El aumento de la inmigración africana, en los años 80, extendió la poligamia en Francia. La Administración cerró los ojos ante la reagrupación de las familias. Miles de mujeres y niños de Mali, Senegal, Mauritania y Gambia han llegado.

Las consecuencias de esta reagrupación salvaje, imprevisible e incontrolable, fueron hasta 4 esposas y más de 10 hijos hacinados en pisos insalubres, fracaso escolar de los niños y situación de explotación para las esposas. Todo esto llevó a situaciones dramáticas que denunciaban a diario los cargos electos locales, las asociaciones de defensa de los inmigrantes y los centros escolares.

En agosto de 1993, el entonces ministro de Interior, el conservador Charles Pasqua, hizo votar una ley que prohibía la reagrupación familiar para los polígamos. Ello provocó situaciones dramáticas para las familias de inmigrantes. Las asociaciones y los partidos de izquierda protestaron y consiguieron que las mujeres que tenían hijos franceses o que residían en Francia desde hacía 15 años no fueran candidatas a la expulsión. Luego se autorizó renovar los permisos de residencia a las familias llegadas antes de 1993, a condición que el marido se quedara con una esposa y se separara de las otras.

Oficialmente, para legalizar su situación, las familias polígamas deben separarse o divorciarse civilmente. La presión social que padecen los inmigrantes de Mali y Senegal es colosal. La tradición quiere que algunos hombres casados tomen como segunda esposa a sus cuñadas en caso de que muera el hermano.

La poligamia es también signo de riqueza y prueba de prosperidad. Ello explica que, a pesar de las leyes, haya todavía en Francia unas 30.000 familias polígamas. En caso de separación, aunque se intenta ayudar a las esposas a recuperar la autonomía, las negociaciones son largas y el resultado desfavorable para las mujeres y sus hijos. Algunos maridos envían al país de origen a la esposa que menos les gusta y a los hijos que le molestan.

El pretexto

En 1991, el entonces alcalde de París y actual presidente, Jacques Chirac, denunció "los olores desagradables" que exhalaban los inmigrantes y la imagen del "extranjero polígamo con 3 o 4 esposas y 20 hijos" como muestra de los horrores de la inmigración. No es casual que, para justificar la actual violencia en los suburbios, los políticos conservadores recurran de nuevo al fenómeno de la poligamia.

La demonización de la poligamia es algo recurrente en la extrema derecha. Pero los políticos que están sobre el terreno, como el socialista Manuel Valls, saben que estas familias son "una minoría". La violencia, para Jean-Christophe Lagarde, viene de hogares monoparentales.