Ken Schram, comentarista de la televisión estadounidense, no ha tardado en ironizar sobre el tema. "Ahora comprendo por qué el presidente de EEUU, George Bush o Pat Robertson son como son. No lo pueden evitar. Nacieron así". Schram se refiere a un nuevo y provocativo estudio que detecta una poderosa influencia genética en las actitudes políticas de conservadores y progresistas.

La predisposición genética hacia una u otra tendencia "se ve en los ojos de la gente y se nota en su voz cuando hablan de política", explica a The New York Times uno de los tres responsables del estudio, el profesor John R. Alford, de la Universidad Rice de Houston (Tejas). Junto a sus colegas John Hibbing, de la Universidad de Nebraska, y Carolyn Funk, de la Virginia Commonwealth University de Richmond (Virginia), acaba de hacer públicas sus indagaciones sobre si la ideología se aprende o se hereda. Su estudio ha sido divulgado por la prestigiosa Revista Americana de Ciencias Políticas (RACP).

Desde hace tres décadas, los expertos saben que los genes influyen en las reacciones emocionales instintivas de las personas sobre cuestiones sociales, y que condicionan a algunas a responder más cautelosamente que otras. Hace poco se comenzó a investigar si esta predisposición genética marca el comportamiento político, como indica el estudio publicado por la RACP.

"Cuando la gente echa la culpa a los comentaristas radiofónicos y a los medios de comunicación de la suciedad creciente del debate político se equivocan, porque es la predisposición genética a las ideologías lo que las polariza y enturbia el debate", explica Alford. Con sus colegas, analizó estudios realizados con 8.000 parejas de gemelos y mellizos para detectar la influencia de los genes en su opinión política.

Los mellizos tienen el 50% de sus genes iguales, mientras que en los gemelos el porcentaje es del 100%. A todos los participantes en el estudio se les presentó un cuestionario de 28 preguntas para averiguar sus inclinaciones sobre temas políticos, desde la estrategia exterior de EEUU hasta la pena de muerte pasando por el sindicalismo y los derechos de los homosexuales. Al comparar las respuestas, comprobaron que los gemelos --con idéntico material genético-- coinciden más en sus respuestas que los mellizos.

Los investigadores cifraron en un 53% la influencia genética sobre las respuestas de todo el grupo, aunque esta predisposición se dejó sentir más en sus actitudes sobre la plegaria en las escuelas, la mayoría moral, el capitalismo, el reclutamiento militar forzoso, el pacifismo o el socialismo, que sobre asuntos como el aborto, el divorcio o la segregación racial.

Entrañas conservadoras

"Estamos midiendo dos cosas distintas, por una parte la ideología y por otra la filiación a un partido político", precisó otro de los investigadores, John Hibbings. La educación y el medio en el que la persona crece pesan más sobre la filiación que la herencia genética, concluye el estudio, que cifró en sólo un 14% la predisposición congénita hacia un partido u otro.

El estudio sugiere que los demócratas y los republicanos no nacen, sino que se hacen. También explica que el conflicto entre la predisposición genética hacia una orientación política y la presión familiar o social para unirse a otra podría explicar por qué algunas personas se afilian a un partido y después se pasan al contrario. Es el caso de quien es genéticamente conservador pero se educa en un medio demócrata, y viceversa. "Son los genes los que parecen empujarnos hacia un camino filosóficamente conservador", resume Ken Schram.