Parecía difícil que al pueblo polaco le quedaran más lágrimas después de una intensa semana de luto tras el accidente aéreo del pasado sábado en el que murieron 96 personas, incluido el presidente Lech Kaczinsky. Pero el dolor y la conmoción de Polonia aún no se han agotado.

Desde primera hora de la mañana, decenas de miles de personas avanzaron hacia la plaza del Mariscal Josez Pilsudsky, en el centro de Varsovia. Junto al monumento al soldado desconocido, la multitud dio su último adiós a cada una de las víctimas, cuyos nombres se leyeron en alto por orden alfabético. A las 12 en punto dio comienzo la ceremonia con dos minutos de silencio que la mayoría del público mantuvo durante las tres horas que duraron el acto y la misa.

Varios metros más atrás del enorme altar --coronado por un mural con las fotos de los fallecidos y una cruz blanca de casi 10 metros-- el parque que envuelve la plaza acogió a una multitud más dispersa que en las primeras filas. Sentados en el césped, familias y grupos de jóvenes seguían la ceremonia gracias a los altavoces y las pantallas instaladas cada pocos metros.

"Qué se puede decir que no se haya dicho ya. Compartimos el mismo dolor, igual que el primer día. Era nuestro presidente, el de todos", comentaba Magda, una joven de 21 años, que no pudo evitar llorar al decir la última frase. Quedaban lágrimas.

También el primer ministro, Donald Tusk, aparecía visiblemente afectado. "Hace una semana que todos recibimos la terrible noticia, pero a día de hoy esa noticia aún no ha sido asumida por nuestras cabezas y corazones. Esta es la peor tragedia de la historia de Polonia desde la segunda guerra mundial, y por eso se hace tan difícil comprenderla", afirmó Tusk.

UNIDAD NACIONAL Especialmente emotivo se mostró también el presidente en funciones, Bronislaw Komorowsky. "Se dan pocos momentos en la historia de una nación en los que puede sentirse que realmente estamos todos unidos. Este es uno de ellos", dijo emocionado. Tuvo palabras de agradecimiento para los países que han mostrado su solidaridad con Polonia --especialmente Rusia-- e hizo especial mención al dolor de la hija del matrimonio presidencial, Marta, y el hermano del presidente, Jaroslaw Kaczinsky, en primera fila.

Tras los discursos y las tres salvas de honor que dispararon unidades de gala del Ejército comenzó el servicio religioso. Tras la primera hora, algunos se alejaron de la plaza. "No solemos irnos de una misa, y menos de una como esta, pero queremos coger sitio ante el palacio presidencial", se excusó un joven.

Pero a esa hora la zona de la ciudad vieja ya estaba colapsada. A las cinco y media de la tarde comenzó el traslado de los féretros de Lech Kaczinsky y su mujer desde la sala de columnas del palacio a la Iglesia de San Juan, donde se ofreció la última misa en honor del matrimonio antes de su traslado a Cracovia. Allí serán enterrados hoy. El recorrido de los ataúdes fue seguido, una vez más, por miles de polacos emocionados.

La misa abrió paso a la vigilia, que estaba previsto que se alargara hasta bien entrada la madrugada. Hoy, el recuerdo y el dolor estarán en Cracovia, en la Catedral de Wawel, donde se enterrará a Kaczinsky y a su mujer. Ayer, en Varsovia, no había sitio para la polémica que se ha desatado estos días sobre la idoneidad de que el presidente sea enterrado junto a los reyes y los héroes de los polacos. "No sé por qué tanta polémica. Es una tragedia tan grande... Está bien que lo entierren allí", decía Magda.

LA HUELLA La tragedia ha puesto de relieve que una gran parte de los polacos veía al polémico Kaczinsky como "un gran polaco" y "un buen patriota", como han dicho y escrito incluso sus enemigos más acérrimos. Antes de su muerte, no obstante, las encuestas reflejaban que solo en torno al 20% de la población le apoyaba. Queda por ver hasta qué punto sus políticas ultraconservadoras han hecho mella en la sociedad polaca.