Dice una extendida leyenda que tras la conquista de la Lusitania por la Legión romana, el jefe de la expedición hizo saber en Roma que sus habitantes eran "gente muy simpática, pero ni se gobiernan ni se dejan gobernar". Los lusitanos de hoy van a las urnas en busca de la puerta de salida de la prolongada crisis económica que les atenaza, pero de ellas surgirá, salvo sorpresa, un Gobierno de estabilidad precaria.

Los socialistas (PS) del primer ministro José Sócrates han abierto hueco en los sondeos en los últimos días y, con un 38% y ocho puntos de ventaja, son claros favoritos. Pero, a pesar de que todo indica que la izquierda en su conjunto superará de largo el 50%, las divergencias del muy moderado PS con los comunistas y el Bloco d´Esquerda son palmarias. Claro que a los conservadores (PSD) de Manuela Ferreira Leite (30%) les salen mucho menos, aunque sí puedan apoyarse en el derechista CDS.

Quien gane no tiene tiempo que perder. En Portugal, el frenazo causado por la crisis mundial ha sido relativamente poco violento en comparación con otros países europeos. Pero ello se explica porque el motor de la economía portuguesa ya llevaba años gripado, desde el 2001.

De todos modos, tampoco puede soslayarse el impacto de la recesión mundial en el balance de la legislatura que termina, en la que Sócrates ha gozado de una inhabitual (de hecho, la primera para el PS) mayoría absoluta. Según los socialistas, ha aplazado la llegada de los frutos de las impopulares reformas que pusieron en pie de guerra a maestros y policías, entre otros sectores públicos, y les obligó a olvidarse del rigor presupuestario. Para los conservadores, en cambio, ha dado una excusa al Gobierno socialista para escurrir el bulto y disimular su incompetencia, que es la que a su juicio está arruinando al país.

RECETAS OPUESTAS Ante este panorama, socialistas y conservadores ofrecen recetas opuestas. Sócrates sigue apostando por grandes inversiones públicas para incentivar la economía, con proyectos estrella como un nuevo aeropuerto y un tercer puente sobre el Tajo para Lisboa, el ya famoso AVE, nuevos tramos de autopistas y un ambicioso plan de construcción de presas con el objetivo de doblar la producción eléctrica del país y reducir su dependencia energética.

En cambio, la fijación de la candidata conservadora por controlar el déficit cueste lo que cueste la ha llevado a evitar todo compromiso económico con las prioridades sociales.