Objetivo cumplido para el primer ministro portugués, el socialista José Sócrates. Aunque, como se esperaba, los ciudadanos le retiraron el cheque en blanco de la mayoría absoluta, el holgado triunfo del PS en las elecciones legislativas de ayer (36,41% con el 83,07% escrutado) supone un mandato incontestable para que siga al timón frente a la doble crisis económica --la propia y la global-- que azota a Portugal. Más dudas suscita cuál será la fórmula para dar estabilidad a su Gobierno.

Su rival conservadora, Manuela Ferreira Leite, naufragó sin paliativos (29,81%), tras una campaña muy discreta y salpicada de polémicas como la del AVE y la de las escuchas al presidente de la República, y tendrá incluso muy difícil mantenerse al frente de la oposición. Han sido el Bloco d´Esquerda de Francisco Louçá (9,44%) y el derechista CDS de Paulo Portas (10,4%), que ha hecho una agresiva campaña repartiendo palos a toda la izquierda y con la seguridad ciudadana como banderín de enganche, los que más han capitalizado el voto de protesta a la gestión del Gobierno socialista. Al cierre de esta edición luchaban por la tercera plaza, que aún podría ser para el Bloco, ya que el voto pendiente de escrutar era fundamentalmente urbano. La CDU, la coalición comunista y verde, sube ligeramente (7,74%), pero pasa de ser la tercera fuerza a la quinta. La participación, por debajo de las previsiones, fue solo ligeramente superior al 60%.

EL ´SUDOKU´ DE LA ESTABILIDAD La divulgación de los sondeos a pie de urna desató el júbilo y lágrimas de felicidad en los rostros de los militantes socialistas más veteranos en el Hotel Altis lisboeta, sede de la velada electoral del PS. Será a partir de mañana cuando vendrán los quebraderos de cabeza, porque no se vislumbran posibilidades de un pacto de coalición estable, y los acuerdos tema por tema tampoco van a ser fáciles.

En Portugal no hay nada que se parezca a los partidos nacionalistas que en España pueden pactar con las grandes fuerzas sin necesidad de malabarismos ideológicos. Las diferencias entre las fuerzas portuguesas son muy profundas, y las relaciones entre sus líderes, bastante malas.

Por la izquierda, ni comunistas ni el Bloco están por la labor de pactar con el PS. Sus campañas se han centrado en los ataques a Sócrates y en los llamamientos a evitar a toda costa que repitiera mayoría absoluta. Louçá mostraba días atrás su esperanza de "influir en el rumbo del país", pero sus programas están muy alejados.

Menos distancia ideológica hay entre el centroizquierda del PS y el centroderecha del PSD, que recibió los sondeos con un silencio sepulcral y donde las distintas familias ya han afilado los cuchillos. Pero el llamado bloque central --con un antecedente, en los años 80-- dejaría a derecha e izquierda un enorme espacio para el crecimiento de los envalentonados Bloco y CDS.