Este jueves, cuando amanezcan, los lectores y las audiencias de cerca de 350 medios de comunicación de Estados Unidos leerán, verán o escucharán un mensaje similar en páginas y espacios editoriales: esos medios y sus trabajadores no son el “enemigo del pueblo”, una expresión de claros ecos totalitarios que ha usado repetidamente el presidente Donald Trump, sino profesionales respetables y una parte vital del sistema democrático. Esos medios están decididos a no quedar callados ante lo que consideran una “guerra sucia contra la prensa libre” y un “intolerable ataque a la primera enmienda” de la Constitución. Y, como también han hecho expertos en derechos humanos, quieren denunciar unos ataques que consideran “alarmantes” y que temen que lleguen a provocar violencia.

La iniciativa de dar una respuesta conjunta desde los espacios editoriales a Trump, ante la que no faltan críticas y detractores, partió de ‘The Boston Globe’. La hizo circular la responsable de opinión del rotativo, Marjorie Pritchard. Y si para el viernes había asegurado 70 apoyos, el martes la cifra superaba ya los 200 y el miércoles rozaba los 350.

Cada medio usará sus propias palabras, pero el mensaje es unitario, ya salga de grandes diarios como ‘The New York Times’ o el ‘Miami Herald’, de un pequeño semanario con solo unos miles de lectores como el ‘Steele County Press’ de Dakota del Norte o de radios, televisiones y medios digitales animados a sumarse por su asociación nacional.

No todo el mundo cree que sea una respuesta adecuada. Políticos conservadores como Mike Huckabee hablan de “un ataque público y deliberado” a Trump y sus votantes y medios como 'The Washington Post' y 'The Wall Street Journal' han anunciado que no participarán en la iniciativa. Y en ‘Politico’ Jack Shafer ha opinado que va a resultar “contraproducente. Dará a Trump la prueba circunstancial de la existencia de una camarilla de prensa nacional que se une solo para oponerse... Tendrá nuevo material para atacar a la prensa durante al menos un mes", ha escrito el reportero.

UN ATAQUE SISTEMÁTICO

Fue solo un mes después de llegar a la presidencia cuando Trump usó por primera vez la definición de “enemigo del pueblo” para la prensa, algo en lo que le precedieron desde los nazis hasta Joseph Stalin para justificar sus purgas.

Ha tratado luego repetidamente de justificar que solo se refiere a determinados medios, los mismos a los que acusa de ser y propagar “noticias falsas”, entre los que suele señalar directamente al 'Times', el 'Post', CNN, NBC o ABC.

En ningún momento, no obstante, Trump ha cejado en sus insultos y el ataque sistemático contra la prensa. Solo en su primer año de mandato, según un análisis de CNN, usó al menos 400 veces la idea de medios, noticias o encuestas “falsos”. Y ha llegado al orwelliano punto de decir a sus seguidores: “No creaís la basura que veis de esta gente, las noticias falsas. Lo que estáis viendo y leyendo no es lo que está pasando”.

Su vitriólica retórica es especialmente acentuada en sus mensajes en Twitter y en sus mítines. En uno el 2 de agosto en Pensilvania, habló de “noticias falsas y asquerosas”, llamó a los periodistas “gente horrible, horrenda” y dijo que “no reportan, solo se inventan historias”. Tres días después, en su red social favorita, escribió: “Las noticias falsas odian que diga que son el enemigo del pueblo solo porque saben que es verdad. Estoy prestando un gran servicio explicando esto al pueblo americano. Provocan a propósito gran división y desconfianza. También pueden provocar la guerra. Son muy peligrosos y enfermos”.

MENOS CONFIANZA, MÁS VIOLENCIA

El éxito de su estrategia con seguidores y votantes es evidente. Está minando la confianza en los medios entre los republicanos, acelerando significativamente la tendencia que arrancó antes de que entrara en política. En el 2000 el 45% de los conservadores confiaba mucho o bastante en la prensa y para 2008 el porcentaje había caído al 26% pero a finales del año pasado se había hundido al 14%.

Preocupan las actitudes violentas y la animadversión desatada hacia los periodistas que se palpan en sus mítines y más allá. “Los mensajes de odio son más agresivos que nunca, las amenazas de muerte más frecuentes”, escribía en junio la columnista de ‘The Washington Post’ Kathleen Parker. Y recientemente un columnista del ‘Times’, Bret Stephen, compartió un mensaje que alguien había dejado en su buzón de voz: “No llevo un (rifle semiautomático) AR pero una vez que empecemos a dispararos, jodidos, no vais a despotricar como ahora. No valéis nada, la prensa es el enemigo del pueblo de EEUU”.

Desde la ONU, dos expertos en libertad de expresión denunciaron a principios de mes que los ataques de Trump a los medios “son contrarios a las obligaciones del país de respetar la libertad de prensa y el derecho internacional”. Y el saliente Alto Comisionado de Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al-Hussein, ha calificado la retórica de Trump como “muy próxima a la incitación de la violencia”. “Potencialmente podría y aún puede poner en marcha una serie de acontecimientos que fácilmente podría llevar a causar daño a periodistas que solo hacen su trabajo y potenialmente a algo de autocensura”, le dijo el lunes a ‘The Guardian’.