La presencia del presidente taiwanés en los funerales del Papa ha irritado a Pekín. En el Vaticano, Chen Shui-bian será tratado como jefe de Estado y tendrá la oportunidad de codearse con líderes de todo el mundo. Antes de subirse al avión, el mandatario explicó que viajaba para "rendir tributo al difunto Pontífice en nombre de Taiwán y de sus 23 millones de habitantes", pero las autoridades del régimen han hecho una lectura diplomática de la visita y han decidido no despachar con ningún representante en la ceremonia.

De acuerdo con un portavoz del Ministerio de Exteriores de Pekín, el presidente taiwanés intenta "crear dos Chinas en la escena internacional". La Iglesia Patriótica Católica China --instaurada por el régimen y subordinada al Partido Comunista-- no acudirá a los funerales.

La mayor parte de los 15 millones de católicos chinos pertenece a la clandestina Iglesia Católica Romana, y sólo 5 millones a la Iglesia Patriótica Católica China. Según el cardenal Ignacio Kung, nombrado discretamente en 1979 cuando estaba en prisión, la muerte del Papa ha dejado "huérfanos" a los católicos chinos.

Durante los últimos días, las clandestinas casas-iglesia del país han celebrado misas masivas en memoria del Papa. Ahora esperan la elección de un pontífice que les deje salir a la luz.

Según anunció esta semana el obispo de Hong Kong, Joseph Zen, el Vaticano estudia romper relaciones con Taiwán e iniciar conversaciones con China. Pero a la Santa Sede le espera un tortuoso camino: Pekín impone condiciones. No sólo pide que se corten los vínculos con "la isla rebelde", sino un compromiso firme de "no injerencia" en sus asuntos. Nombrar obispos, dictar doctrina o gestionar congregaciones son sólo algunas de las interferencias que Pekín no permitirá. I. A.