Solo hay una forma de acabar con la lucha interna entre Hamás y Al Fatá: mediante una ofensiva del Ejército israelí que vuelva a unificar a las facciones contra el enemigo común. Esa fue la macabra lógica enunciada por la Yihad Islámica --financiada por Irán-- y las Brigadas de Al Aqsa --ligadas al partido Al Fatá del presidente Mahmud Abbás--, para lanzar conjuntamente un atentado suicida en Eilat, principal destino de sol y playa de Israel, a orillas del mar Rojo.

Un kamikaze de 20 años, identificado como Mohamed Faisal al Siksek, se hizo explotar en una panadería matando a tres israelís. Esta operación suicida, la primera desde abril del año pasado, pone en peligro la tregua suscrita por Israel y las facciones palestinas en Gaza.

Rutas de infiltración Como respuesta al atentado, el ministro israelí de Defensa, Amir Peretz, ordenó al Ejército aumentar las acciones antiterroristas y contra las rutas de infiltración en Israel. "Los terroristas pagarán el precio, el alto el fuego no impedirá que les golpeemos", dijo Peretz, tras reunirse con el Gabinete de seguridad. Fuentes militares dudaban de que se prepare una ofensiva de envergadura capaz de finiquitar la tregua.

El suicida, con una mochila con 15 kilos de explosivos, se infiltró en Israel a través de la frontera con Egipto, país al que entró desde Gaza, según fuentes policiales. Esta versión contradice la de la Yihad Islámica, según la cual el militante habría penetrado en Jordania con un pasaporte falso y desde allí en Eilat, donde recibió los explosivos. Las facciones palestinas reaccionaron de forma muy distinta al atentado. Al Fatá lo condenó, mientras que el Gobierno de Hamás lo tildó de "respuesta natural" a la política israelí.

Además de tres muertos, el atentado causa damnificados políticos. Uno de ellos es el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y sus gestos al presidente Abbás, con el que tiene previsto reunirse en febrero para relanzar el proceso diplomático. La derecha israelí le exigió que deje de transferir fondos a la ANP y se dedique a "desmantelar la infraestructura terrorista".

También quedó en evidencia EEUU, que prepara el envío de 84 millones de dólares para reforzar a Al Fatá en su lucha contra Hamás. El portavoz de la Casa Blanca aseguró que "la dejadez para actuar contra el terrorismo socavará las aspiraciones palestinas a un Estado propio".

Turismo convaleciente Por último, el atentado supone un duro golpe contra la industria turística israelí, convaleciente por el impacto de la guerra del Líbano. Desde entonces la mayoría de compañías han dejado de volar a Eilat, hasta ayer inmune a los ataques palestinos.

Así las cosas, Gaza sigue descendiendo irremisiblemente a los infiernos de la guerra civil. Durante la madrugada del lunes otras cinco personas, entre ellas un civil, cayeron en los enfrentamientos entre Hamás y Al Fatá, elevando a 32 la cifra de muertos desde que el jueves se reavivaran los choques. Ya con la luz del día siguieron las refriegas armadas, una pesadilla para los que intentan hacer vida normal. En las carreteras hay controles de milicianos armados, y en las azoteas hay francotiradores.

De nada parece haber servido que ambos partidos aceptaran el domingo la invitación de Arabia Saudí para celebrar una cumbre. Tampoco el enésimo alto el fuego declarado durante el fin de semana. El ministro de Información, Yousef Rizka, avisó de que ambos bandos están muy cerca de la guerra civil.

ACUERDAN EL ALTO EL FUEGO

El movimiento de resistencia islámica Hamás y el partido nacionalista Al Fatah alcanzaron anoche un acuerdo de alto el fuego para poner fin a los enfrentamientos entre ambas facciones, que entra en vigor anoche, anunció el ministro palestino de Exteriores, Mahmud a-Zahar, quien conminó a los milicianos armados a que se retiren de las calles y cesen "todas las hostilidades".