'Liberation day', la película que el jueves inaugura el 15º festival In-Edit de documental musical, arranca prácticamente con un segmento del programa satírico 'Last week tonight' en el que John Oliver cuenta una noticia que no es broma, es verdad. El 15 de agosto del 2015, coincidiendo con el 70º aniversario de su liberación del yugo imperialista japonés, Corea del Norte acogería por fin el concierto de un grupo rock occidental. "¿The Rolling Stones? ¿U2? ¿Un imitador de Michael Jackson?", se preguntaba Oliver. "No. Será, y esto es verdad, un grupo art-rock esloveno llamado Laibach".

Esto era verdad y sucedió. En cierto modo, dirán los más puestos, la elección era perversamente apropiada. Nacidos en el seno de la Yugoslavia de Tito, Laibach han hecho suyo el imaginario totalitario (véanse esos vídeos con impositiva estética de propaganda) sin preocuparse en exceso por explicitar una distancia irónica. Pero su idea de base no es, en realidad, tanto la defensa del fascismo como revelar las similitudes entre sociedades bajo regímenes castrantes y sociedades supuestamente libres.

"Es la misma idea latente en mi trabajo", explica vía Skype el noruego Morten Traavik, director de 'Liberation day' junto a Uģis Olte. "¿Hasta qué puntos son totalitarios ellos y somos libres nosotros?". Como Laibach, Traavik también sabe de controversias. Desde hace unos años trabaja en proyectos de intercambio cultural entre Noruega y la República Popular Democrática de Corea. La celebración en el 2012 del primer festival noruego de Corea del Norte, 'Yes, We Love This Country!', fue objeto de acalorados debates en el Parlamento de Oslo.

Si Laibach acabaron tocando ante 2.000 coreanos, no fue, claro, por insistencia de Kim Jong-un, sino gracias a Traavik. Después de dirigir para ellos el vídeo de 'The whistleblowers', artista y banda entablaron conversaciones sobre una posible adaptación del musical 'Sonrisas y lágrimas' con versiones en la voz cavernosa de Milan Fras. No se llegó a hacer, pero parte del repertorio acabó sonando en Pyongyang, además de una versión del 'The final countdown' de Europe. De nuevo: esto es verdad.

El arte como experimento

Cabe pensar en la visita de Laibach a Corea del Norte como una especie de regalo envenenado: Occidente devolviendo a la nación un reflejo, si cabe, más exagerado de su imaginario político-ideológico. Cuando pregunto a Traavik por la intención del viaje, calla unos segundos y luego dice: "Soy muy escéptico respecto al arte con agenda política. Yo creo que el arte debería ser, ante todo, un experimento. No puedes decidir a priori cuál es tu intención".

Según Traavik, "Corea del Norte fue muy valiente al aceptar la visita de Laibach", pero los propios Laibach fueron valientes al ir. Más que una comedia absurda, 'Liberation day' es casi un 'thriller' de tensión contenida. La llegada a Pyongyang, una sesión de fotos en la plaza Kim Il-sung y, en general, todos los preparativos del concierto están recorridos por el miedo a hacer algo que nunca se debería hacer. Cuando uno de los miembros del grupo sale del hotel por su cuenta (está prohibido), se teme que al ser encontrado reciba una paliza como castigo.

Sea como sea, Traavik tiene la opinión de que Corea del Norte solo supone una verdadera amenaza para sus ciudadanos. "Se suele decir que es una amenaza para la paz mundial. Pero en mi primera visita -la que le llevó por el concierto era la decimoquinta-, me quedó claro que este país no podía ser una amenaza para Costa Rica ni para el mundo en general. Ni siquiera aunque quisiera".

Explíquese. "Todos conocemos los desfiles militares en la plaza Kim Il-sung. De acuerdo, son buenos haciendo el paso de la oca y haciendo todos esos movimientos en sincronía. Pero si uno se fija en los uniformes, las armas… Cualquiera con un poco de conocimiento militar vería que es material anticuado. A veces para esos eventos no les queda más remedio que coger un avión comercial y pintarlo con colores militares temporalmente porque apenas tienen aviones".

La hora de la verdad

Cuidado, siguen 'spoilers'. El clímax de 'Liberation day' es un pequeño extracto del concierto en el que podemos ver las caras de, sobre todo, extrañeza, pasividad y confusión del público coreano ante Laibach. Solo una mujer sigue el ritmo de 'The whistleblowers'. La inmensa mayoría solo trata de descodificar qué demonios está pasando ahí arriba. "Tampoco es una reacción tan extraña ante un concierto de Laibach; ni siquiera en Occidente", dice Traavik, con una pequeña sonrisa.

Por desgracia, el concierto no ha supuesto una mayor apertura del país a influencias foráneas. "Creo que, de hecho, conseguimos convencerles de no traer a tocar a nadie más", dice Traavik sonriendo otra vez. "Quizá debimos llevar a Julio Iglesias como primer concierto".

Es al final de nuestra conversación por Skype cuando el director se atreve a dar una intención para la osadía: "Si había una intención, era comprobar si podía hacerse. Otras interpretaciones curiosas son posibles, sin duda, pero a un nivel básico era eso. Y resulta reconfortante saber que pudo hacerse algo tan raro en un sitio como Corea del Norte, incluso bajo unas circunstancias extremas".