"Detrás de mí veía solo ruinas". Gaspare Spatuzza llevaba 11 años de prisión dura, en régimen de aislamiento, cuando algo cambió dentro de él. "Hay muchos muertos en mi vida, pero el más muerto era el chico que fui", explicó ayer ante el tribunal en Turín. Spatuzza estaba en la cárcel de Ascoli Piceno, bajo el régimen 41bis, reservado a los peores criminales.

Pietro Capoccia, franciscano y capellán de la prisión, recogió sus dudas y remordimientos. "Me dijo que quería estudiar religión", explica el fraile, que cuando entendió "que se trataba de un deseo verdadero", le ayudó. Historia de la Iglesia, teología fundamental, encíclicas... Spatuzza recibía los libros, estudiaba y hacía exámenes en un Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Un día tal vez llegue a ser el primer mafioso teólogo.

"Mi arrepentimiento es la conclusión de un itinerario bellísimo, comenzado gracias al capellán", explicó el sicario arrepentido, quien relató que, antes de recorrerlo, se encontró "frente a una encrucijada: elegir a Dios o a Cosa Nostra". Un día Spatuzza le dijo a su capo, Giuseppe Graviano: "No me corresponde juzgar tus decisiones, pero sí avisarte, porque es un deber de todo cristiano llevar por el buen camino al hermano que lo ha perdido". Posteriormente, a Spatuzza le fue concedido el honor de confesar sus pecados al obispo de L´Aquila, Giuseppe Molinari. Y ha felicitado la Pascua al Papa.