Grecia vivió ayer, por tercer día consecutivo, decenas de revueltas en protesta por la muerte, a manos de la policía, del joven de 16 años Alexi Grigoropoulos. Los heridos superan la cincuentena, los detenidos se cuentan por decenas y los negocios que han ardido superan el centenar. Ayer, Atenas terminó el día literalmente en llamas.

Por la mañana, la capital griega amaneció en una extraña calma: las avenidas del centro --normalmente un caos de coches-- estaban desiertas. En la plaza de Neocosmos, que da acceso al centro, jóvenes de instituto cortaban el tráfico y obligaban a los coches a dar media vuelta.

En el campus de la Universidad Politécnica una gran pancarta negra con la palabra Asesinos cubría la entrada. Olía a eucaliptus y a gases lacrimógenos. Irini, una joven de la asamblea de Arquitectura, preparaba nuevas pancartas junto a sus compañeros. "Para qué hablar, los hechos hablan por sí solos", decía en referencia al asesinato del joven. El campus se desperezaba de la resaca de violencia de la noche anterior. Junto a la garita del guardia de la universidad, abandonada, reposaban media docena de cócteles incendiarios bajo una gran A anarquista. Listos para una noche más de rabia.

HUELGA GENERAL. Mientras tanto, las revueltas se agravaban en la segunda ciudad del país, Salónica, donde 300 jóvenes atacaron comisarías y edificios públicos, y estallaban en pequeñas ciudades como Trikala.

La sede central del Partido Comunista de Grecia (KKE), que es la tercera fuerza política del país, era un ir y venir de jóvenes. Los comunistas pretenden unir esta revuelta a las manifestaciones convocadas contra la reforma de las pensiones y la política económica del Gobierno, y han anunciado una huelga general para mañana miércoles. "Los accidentes laborales también son asesinatos, asesinatos patronales", dijo un militante del KKE que pidió no ser identificado.

"Hay un intento de amedrentar a la gente para que no se manifieste por las cuestiones sociales", opinó su camarada que, sin embargo, rechaza los brotes de violencia: "Son acciones inmaduras. Para hacer la revolución hay que atraer a la mayoría, no asustarla". El primer ministro, el conservador Costas Caramanlis, prometió "justicia" y "mano dura" contra los violentos y mañana comparecerán ante la justicia los acusados de la muerte de Alexi, pero parece que ya nadie escucha al Gobierno, ahogado por los escándalos de corrupción y una crisis económica que le viene demasiado grande.

A las 18 horas sonó la llamada de la revuelta. En la plaza de Omonia, cerca de 3.000 personas se congregaron bajo el paraguas del Partido Comunista y, mientras tanto, hacia allí avanzaba la manifestación más numerosa, convocada por grupos autónomos y la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), que llegó a ocupar al completo la larga avenida Elefterios Venizelos con más de 10.000 personas.

COMERCIOS ASALTADOS. Los manifestantes avanzaban preparados y cubiertos con máscaras, cascos de moto y pañuelos. Los más radicales rompían marquesinas y prendían papeleras y todo lo que oliese a "sistema": tiendas de Nike, de Zara, de telefonía, bancos, al grito de "policías, cerdos asesinos".

La policía no intervenía. El Ministerio de Interior le había ordenado "permanecer a la defensiva". Hasta que llegó la carga final, después de que los manifestantes más radicales capturaran un par de camiones de bomberos y los quemaran.

"El Estado y el Gobierno, con sus manos manchadas de sangre, se dedicarán ahora enteramente a preservarse a sí mismos; no harán nada por los habitantes del país", se lamentó Nikos Konstandaras, editor del diario conservador Kathimerini . También denunció que nadie ha hecho nada por resolver "el juego de indios y vaqueros" entre policías y anarquistas en el barrio de Exarchia que culminó con la muerte de Alexi. "Esta es la fotografía de Grecia. Este Gobierno ya no controla nada, ni siquiera a su policía, que es capaz de matar a un menor a sangre fría; debe dimitir de inmediato", afirmó Costas, militante de Syriza.

Caramanlis se halla en un callejón sin salida. Ha ordenado a la policía permanecer a la defensiva para evitar excesos, pero, al mismo tiempo, deja que los rebeldes hagan lo que quieran, mientras los comerciantes atenienses comienzan a pedir que se defiendan sus propiedades. En una encuesta publicada por el diario Ta Nea , que no valora aún el alcance de los disturbios, Caramanlis pierde ya el 13% de apoyo respecto al pasado año y la oposición socialista le aventaja en siete puntos.