La batalla política por el control de la periferia de Bruselas ha reavivado las tensiones entre flamencos y francófonos y podría amenazar la estabilidad belga. La propuesta presentada ayer por el negociador real, el exprimer ministro democristiano flamenco Jean-Luc Dehaene, ha sentado como un jarro de agua fría entre los partidos francófonos, porque consideran que se trata de la suma de las reivindicaciones flamencas para afianzar su control sobre la periferia bruselense y recortar los derechos políticos, judiciales y lingüísticos de los 150.000 francófonos de la zona.

La batalla por el entorno de Bruselas se centra en la escisión del distrito electoral y judicial que une la capital con los 35 municipios de su periferia flamenca. Esta entidad híbrida fue creada en 1963, cuando se dividió lingüísticamente Bélgica, para preservar los derechos de los francófonos que quedaron ubicados en territorio flamenco. Los partidos flamencos impulsan desde hace años la supresión de esa entidad para consolidar la homogeneidad política y lingüística de Flandes.

La escisión del distrito electoral y judicial Bruselas-Hal-Vilvoorde (BHV) constituye el primer paso del movimiento nacionalista flamenco para preparar la transformación de Bélgica en un Estado confederal y una eventual independencia de Flandes. La propuesta de Dehaene rechaza el planteamiento francófono de ampliar Bruselas con los municipios francófonos de la periferia flamenca. Para compensar, los ciudadanos de seis de los municipios podrán seguir siendo juzgados en francés en Bruselas. Los residentes de esos municipios podrían también seguir votando a las listas electorales de Bruselas, lo que les garantizaría poder obtener representantes políticos de su lengua.