Quienes han conocido a Serguéi Kislyak, el embajador ruso en Washington en el centro de la tormenta política sobre las relaciones entre Rusia y el entorno de Donald Trump, cuentan que es un hombre amable en las formas, pero de gran tenacidad, que no cede cuando tiene de defender la posición de su país en una negociacióno controversia; un diplomático profesional y capaz, de mentalidad soviética, que ha logrado establecer contactos a elevados niveles en EEUU gracias a su discreción y a su excelente inglés, aunque eso sí, con acento.

Serguéi Ivánovich Kislyak, de 66 años e ingeniero de formación, ingresó en el Ministerio de Exteriores de la URSS en 1977, y posee una amplísima experiencia en asuntos estadounidenses, país en el que ha ejercido como diplomático durante varias décadas en diferentes posiciones y del que es considerado como la principal autoridad en Rusia. En 1981 llegó por vez primera a Estados Unidos, primero en la misión ante la ONU, y después, en 1985, como primer secretario de la embajada rusa en Washington.

Fue precisamente durante este periodo cuando el nombre de Kislyak comenzó a aparecer en los medios de comunicación. En 1986, en los días siguientes a la explosión en el reactor nuclear de Chernobil, Kislyak declaró a 'The New York Times' que la URSS había dotado a sus centrales nucleares de los más "estrictos diseños de seguridad".

VUELTA A MOSCÚ

Una vez acabada su primera etapa norteamericana, Kislyak regresó a Moscú, y a finales de la década de los 90, fue enviado de nuevo al exterior como representante ante la OTAN y embajador en Bélgica. Durante este periodo, en 1999, tuvo que lidiar con los problemas derivados de la intervención de la OTAN en los Balcanes, el primer desencuentro internacional de calado entre los antiguos rivales de la guerra fría. Fue llamado a consultas por el presidente Borís Yeltsincuando se iniciaron los bombardeos de la Alianza Atlánticacontra la Serbia de Slobodan Milosevic.

Entre el 2003 y el 2008 ocupó el cargo de viceministro de Asuntos Exteriores, y desde hace ocho años, ejerce de embajador en Washington, un puesto considerado como el tercero en importancia en el organigrama del ministerio ruso. En este lustro y medio, ha participado en las principales polémicas que han envenenado la atmósfera entre Washington y Moscú.

En el 2010, participó en las negociaciones para un intercambio de espías entre Rusia y EEUU en Viena, el primero que tenía lugar desde el final de la guerra fría. Dos años después, defendió la decisión de Rusia de prohibir las adopciones de niños rusos a los padres estadounidenses. Desde el 2014, no ha ahorrado críticas hacia la Administración de Barack Obama debido a la imposición de sanciones contra Rusia a raíz de la anexión de Crimea y la intervención en el este de Ucrania.

La mayoría de expertos y medios escritos liberales rusos no conceden gran credibilidad a las informaciones de que Kislyak es un espía, tal y como ha sido descrito por la cadena CNN citando a fuentes anónimas. Dichas fuentes recuerdan que las labores de inteligencia normalmente recaen en funcionarios situados en escalafones menos visibles.

Las acusaciones de la cadena estadounidense motivaron el jueves una agria reacción, ante las mismas cámaras, de la portavoz ministerial, Maria Zajárova. Ésta, durante su encuentro semanal con los periodistas, lanzó una dura invectiva contra la prensa occidental, en tono irónico. "Les voy a desvelar un secreto militar: los diplomáticos trabajan y su misión consiste en hacer contactos", dijo, en una sarcástica referencia a las entrevistas de Kislyak con miembros del equipo de Trump.