Dice la tradición que una plegaria durante el Ramadán en la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén equivale a mil oraciones, a mil súplicas y genuflexiones. Pero llegar hasta el viejo templo erigido por la dinastía de los Omeyas en el siglo VIII es hoy una quimera para la mayoría de palestinos de Cisjordania, aislados de la ciudad por muros y controles militares. Incluso en el sagrado mes del ayuno.

Sólo los hombres mayores de 50 años y las mujeres de más de 45 pueden entrar libremente para rezar. El grueso lo tiene prohibido, y algunos pueden solicitar permisos especiales. La frustración es inmensa, una gota más en la marmita del odio.

Había que ir esta mañana a Kalandia para comprobarlo, coincidiendo con el primer viernes de Ramadán. Esta terminal cuasi fronteriza separa Jerusalén de Ramala y, por ende, del norte de Cisjordania. Um Mustafá intentó cruzar el primer control, flanqueado por militares y muros de hormigón, utilizando su pasaporte estadounidense. Le dijeron, sin embargo, que necesitaba un permiso especial. "Debería daros vergüenza. Mis impuestos pagan vuestras armas y vuestros chekpoints, y aun así no me dejáis entrar en la ciudad de mis antepasados", gritaba con lágrimas en los ojos blandiendo su pasaporte.

AFORO LIMITADO DE LA EXPLANADA DE LAS MEZQUITAS

Solo las mujeres entre 30 y 45 años pueden solicitar los permisos especiales, aunque a veces son denegados. En el caso de los hombres, los salvoconductos se reservan para aquellos de entre 40 y 45 años.

Un portavoz israelí aseguró a este diario que las restricciones se deben al aforo limitado de la Explanada de las Mezquitas, situada en la Jerusalén oriental ocupada. "Damos preferencia a los mayores porque tienden a ser más religiosos y comportan menos riesgos para la seguridad".

Pero los palestinos no compran el argumento. Durante las fiestas judías, no se restringe a los judíos el acceso a la ciudad vieja o al muro de las Lamentaciones.

CUATRO AÑOS SIN PISAR JERUSALÉN

Pese algunas tensiones en los accesos a Kalandia, la jornada transcurre tranquila, sin las aglomeraciones o los forcejeos del año pasado. "El primer viernes de Ramadán no hay demasiada gente, será peor a medida que avance el mes", decía un veterano fotógrafo palestino. Para aquellos que superaron el primer control, les esperaban otros tres en Kalandia y varios más en Jerusalén.

Um Salah no lo consiguió. Lleva cuatro años sin poder pisar Jerusalén. Todas sus solicitudes de permiso para Ramadán le han sido denegadas. La ilusión y las dos horas de viaje desde Qalquilia a la basura. "¿Quién son ellos para negarme el permiso a rezar? Nos quitan la tierra, nos matan a los hijos¿ ¿hasta cuándo? Los odio. No tengo armas. Que me registren si quieren", decía enfurecida.

Unos 80.000 musulmanes rezaron hoy en la Explanada de las Mezquitas.