Los palestinos vivieron ayer una de esas excepcionales jornadas de alegría a las que están tan poco acostumbrados. Miles de personas acudieron a La Mukata --complejo presidencial-- de Ramala a recibir a los 255 presos amnistiados por Israel en un gesto de apoyo al presidente palestino, Mahmud Abás, enfrentado políticamente con los islamistas de Hamás. Entre una nube de banderas palestinas y vítores de "bienvenidos a casa", los liberados fueron colmados de besos y abrazos por sus familiares. Fue un recibimiento de Estado, presidido por Abás y el jefe de su Gobierno de tecnócratas, Salam Fayad, en el que no faltó el tributo y las oraciones frente a la tumba del símbolo de la causa palestina, Yasir Arafat.

"Doy gracias a Dios por honrarnos con el regreso de los héroes de la libertad a su hogar y a su patria", clamó Abás echando mano del lenguaje pomposo de las grandes ocasiones. Y es que ayer era legítimo soñar. Dejarse llevar por la pequeña hazaña política que representa la liberación de 250 de los 9.200 palestinos, según las cifras oficiales, encarcelados en Israel. El presidente, embriagado de optimismo, sugirió que habrá otras amnistías. "Este es el principio --dijo--, seguiremos luchando por la libertad de todos".

LAICOS E IZQUIERDISTAS Los afortunados son casi todos miembros de Al Fatá y, una minoría, militantes de las facciones laicas e izquierdistas del Frente Popular y el Frente Democrático. El director general del Ministerio de Asuntos de Prisioneros, Ziad Abú Ein, anunció durante la jornada que 30 de los amnistiados pertenecen a Hamás. Una afirmación que se apresuraron a desmentir el Gobierno israelí y los islamistas desde su bastión en Gaza, donde mantienen el poder y siguen considerándose el Gobierno legítimo.

A cambio de la medida de gracia, todos los liberados --entre los que hay 6 mujeres y 11 menores-- se han comprometido por escrito a renunciar al "terrorismo", aunque ninguno de ellos, según el criterio fijado por Israel, tiene "sangre en sus manos". Algunos era presos políticos y otros purgaban condena por tráfico y posesión de armas, intento de asesinato o colaboración con fugitivos. Sin embargo, en la lista de los excarcelados no hay ninguna figura política de envergadura. Ni un Maruan Barguti --Al Fatá-- o un Ahmed Sadat --Frente Popular-- que pueda contribuir a unificar la dividida sociedad palestina o renovar con un poco de carisma las anquilosadas, corruptas y fragmentadas fuerzas del nacionalismo secular. El único de los amnistiados con peso político es Abdelraim Malu, número dos del Frente Popular. "Solo tengo tres palabras que decir: libertad, libertad, libertad. Nada es más bello que la libertad", dijo emocionado.

Desde que comenzó el proceso de gestos israelís para premiar a Abás por su ruptura con Hamás, ambos bandos se esfuerzan por transmitir la idea de que se hallan en un "nuevo capítulo" de sus relaciones, como dijo ayer un portavoz israelí. El presidente palestino ha cumplido con casi todas las exigencias para reavivar el proceso de paz. Ha roto con Hamás, ha disuelto el Gobierno de unidad, ha nombrado primer ministro a un exfuncionario del Banco Mundial al gusto de Europa y EEUU, ha ilegalizado a las milicias y ha anunciado la convocatoria de elecciones anticipadas. Y casi todo a base de decreto y, en algunos casos, de vulnerar la Constitución.

DESCONFIANZA Pero Israel no se fía de la debilidad de Abás frente a Hamás y le paga con migajas. Olmert se niega a negociar la resolución del conflicto y mientras avanzan a la voracidad habitual los asentamientos, el muro, las restricciones y el expolio de las tierras ocupadas. Entre los palestinos flota una idea: es la última oportunidad de Abás. Si la dinámica no acaba en negociación y en un Estado palestino, volverán a rugir las armas. Hamás está listo e Hizbulá, Siria e Irán, dispuestos a ayudar.