Sur de Ohio. Septiembre del 2004. Un joven de 21 años recién salido de un tratamiento psiquiátrico acude a un centro de reclutamiento del Ejército de EEUU. Los dos reclutadores lo enrolan, pese a que sus padres alertan de que el joven padece un trastorno bipolar. De no ser porque algo más arriba en la cadena de mando reciben la información sobre esa condición maníaco-depresiva, el joven habría acabado en un campo de entrenamiento y, quizá, en Irak.

Colorado. A David McSwane, de 17 años, un reclutador le explica cómo conseguir un falso título de un instituto que no existe mientras otro le explica qué productos puede comprar para limpiar de su cuerpo residuos de marihuana y hongos alucinógenos cuyo consumo lo inhabilita para alistarse.

Norte de Ohio. Un reclutador admite a The New York Times que durante meses ha violado las normas, escondiendo historiales médicos y policiales de potenciales reclutas, y dice que sus mandos alientan las trampas.

Tejas. Un reclutador amenaza con la cárcel a un joven si no va a una oficina de reclutamiento para una entrevista.

Los cuatro casos, denunciados en los últimos meses en la prensa estadounidense, son sólo una muestra de las cada vez más frecuentes irregularidades que los reclutadores militares de EEUU están cometiendo para alcanzar el número necesario de alistamientos para mantener el Ejército voluntario que se instauró en 1973. La situación ha llegado a ser tan grave (325 casos de irregularidades el año pasado, frente a los 199 de 1999) que el viernes, por primera vez en 20 años, se suspenderá el reclutamiento para que los 7.545 reclutadores que hay en todo el país repasen las reglas sobre qué está permitido y qué no.

No está permitido, por ejemplo, recomendar a un joven el uso de laxantes para que entre en los parámetros de peso del Ejército. Ni prometer a un potencial recluta que no tendrá que ir a Irak. Tampoco falsificar documentos o dar chuletas a jóvenes para enfrentarse al examen de aptitud. Los reclutadores están haciendo todas esas cosas: en el 2002 fueron investigados 913 (uno de cada 8). En el 2004, 1.118 (uno de cada 5).

Estirar más allá de lo legal las normas es responsabilidad de los reclutadores, pero están actuando bajo una gran presión: tras las guerras de Afganistán e Irak y con los problemas que agobian a las tropas allí --falta de equipamiento y ausencia de un calendario de regreso--, cada vez más familias disuaden a posibles soldados. El Pentágono no quiere hablar de crisis, pero la situación es grave o "cercana al desastre", según dice Beth Asch, especialista en personal militar, en The New York Times .

De los 80.000 nuevos reclutas que el Ejército tiene como objetivo para el año fiscal 2005 (de octubre del 2004 a septiembre de este año), se han registrado sólo 36.000. El Ejército está al 16% de distancia de los números que necesita. "Esto tiene consecuencias en todas las Fuerzas Armadas. Las bases de entrenamiento se vuelven muy ineficaces. Hay posiciones de combate que no se llenan a tiempo", explicaba en el Times el coronel retirado Greg Parliet.

El general Michael Rochelle, responsable del reclutamiento, ha reconocido que la situación es dura y puede serlo aún más en el 2006. Para intentar lograr más reclutas se acaban de anunciar ofertas . ¿La principal? Recortar el tiempo que los reclutas deben comprometerse a servir.

Sin embargo, algunos expertos afirman que el principal problema que frena a potenciales reclutas es la guerra. "Familias y profesores de posibles reclutas ven el Ejército como un riesgo real, como un peligro", declaró Jim Martin, profesor de cultura militar, a USA Today .

Facilitar la ciudadanía

Ni siquiera la oferta de facilitar la tramitación de ciudadanía a inmigrantes que sirvan en el Ejército está sirviendo para convencer a los jóvenes. En noviembre del 2003, el presidente George Bush aprobó que un inmigrante pueda pedir esa ciudadanía tras un año de servicio, en lugar de tres. Sin embargo, el número de inmigrantes que se alistan ha caído entre el 2001 y el 2004 en un 20%.