"¿Cómo se atreven a decir que queremos aprovecharnos de la situación? Tengo que criar a mis dos nietos y estoy sola", dice Larisa Frolova, madre de Yevgueni Frolov, que murió junto con su mujer, Vera, por los efectos del gas anestésico utilizado por los servicios especiales rusos en el asalto al Teatro Dubrovka de Moscú, el 26 de octubre.

Frolova fue uno de los primeros familiares de los rehenes en interponer en noviembre una querella contra las autoridades moscovitas, pidiendo reparación por daños físicos y morales. Son 38 los exrehenes y familiares que exigen al Ayuntamiento de Moscú 39,21 millones de euros. El martes, un juez moscovita celebró la primera sesión de trabajo para examinar el caso. La querella colectiva tiene el apoyo del comisario presidencial para los derechos humanos, Oleg Mironov.

Las autoridades moscovitas dicen que han prometido pagar una compensación de 3.067 euros a los familiares de cada uno de los 129 rehenes muertos y la mitad de esa suma a unos 750 supervivientes. El caso de los exrehenes que sufren serios problemas de salud resulta muy dramático. "Mi padre está hecho una ruina. Los médicos dicen que no podrá volver a trabajar nunca más. Ya he gastado más dinero en medicinas de lo que nos han prometido. Para nosotros, este juicio es un intento de sobrevivir", dijo a este diario Alexandra Riabtseva, una joven de 19 años.