Berlusconi es inmortal». Así comentaba esta semana Roberto Maroni, gobernador de Lombardía y antiguo ministro del mandatario y magnate, la última resurrección del ave fénix de la política italiana. En el panorama político del país, «a pesar de tener 81 años, Silvio Berlusconi es de nuevo competitivo», se han apresurado a decir expertos como Giovanni Orsina, autor de un libro sobre el político.

En verdad, basta con mirar los programas de cualquier canal de televisión italiano, leer los diarios o escuchar la radio (o las charlas en los transportes públicos) para comprobar que el octogenario líder conservador, tres veces presidente del Gobierno, ha vuelto. Ya casi a nadie le parece una quimera el retorno a la vida política activa del «inmortal», como, antes que Maroni, tantos otros lo han llamado.

Sicilia, donde el pasado fin de semana el centroderecha ganó las elecciones autonómicas, ha sido la prueba de fuego. Berlusconi la superó. Con una estrategia estudiada y planificada, que ha ido aplicando en los últimos meses. Seis años después de su destitución como primer ministro en la cúspide de la crisis económica italiana, que lo dejó desde entonces en la marginalidad política, Berlusconi envió primero el mensaje a los suyos.

Se presentó —era septiembre— en un acto en Fiuggi, una localidad termal del centro de Italia. Y al llegar, lo esperaban una multitud de fans y el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, quien también se deshizo en agasajos. «Les prometo que participaré en la próxima campaña electoral», les dijo Berlusconi. Lo aplaudieron.

Luego, para la campaña de las elecciones sicilianas, optó por unificar al centroderecha. Selló una alianza entre su Forza Italia -el partido con el que se estrenó en los 90 y que refundó en el 2013-, la xenófoba Liga Norte y el derechista Hermanos de Italia. El resultado electoral ratificó su éxito. Sicilia, tradicionalmente considerada un laboratorio anticipador de lo que luego ocurre en las elecciones generales, acabó siendo suya.

Y eso que tanta renovada energía también vino aparejada con las viejas malas costumbres. El miércoles, tres días después del voto, la policía arrestó por evasión de impuestos a Cateno De Luca, diputado democristiano recién elegido en las filas del centroderecha en el Parlamento siciliano. «No es el único impresentable», han comentado sus rivales, en referencia a los políticos investigados y condenados que apoyan al centroderecha.

Comentaristas, analistas políticos, sociólogos, amigos y enemigos ya ven de nuevo a Berlusconi con un rol en el futuro político italiano, sí. Pero la gran mayoría dudan de que sea de nuevo el candidato a primer ministro del centroderecha. Y no solo por la operación a corazón abierto del año pasado. O porque lleva dos décadas -desde 1994- en la política y se ha visto envuelto en un sinfín de escándalos y de traspiés con otros líderes europeos. Sino porque sobre él pesa una condena por fraude fiscal emitida en el 2012 (y ratificada por el Tribunal de Casación en el 2013), por la que el Parlamento lo inhabilitó para ejercer cargos públicos hasta el 2019.

Berlusconi ha apelado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo -la audiencia es el día 22-, pero, dicen los analistas, es improbable que el veredicto definitivo llegue antes de las elecciones, previstas para marzo o mayo del año que viene. «Me sorprendería que el Tribunal llegara a una decisión antes de los comicios», ha comentado al respecto Roberto D’Alimonte, politólogo de la universidad Luiss de Roma.