Alberto Kenyo Fujimori volaba anoche hacia Perú sin gloria. Lo traían detenido y cabizbajo. El expresidente debe responder ante la justicia por dos matanzas, perpetradas en los primeros años de su Gobierno, y cinco casos de corrupción. Un pequeño avión Antonov del Ejército de Aire peruano salió de Santiago de Chile por la mañana, aterrizó primero para repostar en la chilena Antofagasta y después hizo lo mismo en la ciudad peruana de Tacna. Fujimori se había ilusionado con una recepción más ruidosa en el aeropuerto de Lima que hiciera valer su peso político en la contienda por venir. No fue así.

"Voy hacia Perú con un blindaje legal que me otorga el tratado de extradición y esta sentencia del Tribunal Supremo", declaró al diario chileno El Mercurio horas antes de ser extraditado. "Sigo contando con el respaldo mayoritario de una corriente popular muy fuerte, la corriente que todo el mundo conoce: ¡el fujimorismo sigue vivo!", añadió. Pero apenas unos centenares de personas lo estaban esperando.

SIETE AÑOS DESPUES La noticia estremeció al país. El fugitivo volvía después de siete años. El impacto no debió ser menor para el hombre que alguna vez aspiró a la perpetuidad política y protagonizó una huida de farsa en noviembre del 2000. En una escala técnica, un enfermero subió apresuradamente a bordo. Al pasajero le había bajado súbitamente la presión sanguínea.

El aeropuerto de Tacna fue cercado por agentes de seguridad para evitar la entrada de fujimoristas. Lima también tuvo su vigilia. "Chino , valiente, aquí está tu gente", coreaba un grupo de seguidores. Unos tres centenares de simpatizantes, muy pocos para lo calculado por los fujimoristas, lo esperaron en las inmediaciones del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez de Lima, en la Avenida Faucce, como a un falso mesías.

La División de la Policía Aérea del Callao (DIPA) les bloqueó la entrada a la estación, pero un grupo logró romper el cordón de seguridad. Se registraron algunos incidentes menores, como la quema de neumáticos. Hubo también pequeñas manifestaciones en otros puntos de una Lima en la que había más agentes de policía que manifestantes.

El presidente Alan García ha tratado de no convertir la extradición en un espectáculo. De un lado, García gobierna con la furtiva colaboración del algunos congresistas que todavía responden al Chino . Por el otro, según Mirko Lauer, analista del diario limeño La República , teme que el caso Fujimori se convierta a medio plazo en un problema.

Los fiscales piensan que eso es una quimera. Hacen cuentas y calculan que el "último samurai", como él mismo se ha definido, puede pasar muchos años entre rejas. La fiscal de la Nación, Adelaida Bolívar, aseguró que el Chino será primero procesado y posiblemente sentenciado por haber ordenado allanar la vivienda de Trinidad Becerra, esposa de su asesor especial, Vladimiro Montesinos. El 7 de noviembre del 2000, un falso fiscal entró en la casa para incautar unas maletas. Vladi ya había caído en desgracia y estaba escondido. Fujimori creyó que se llevaba pruebas que podrían incriminarle en un futuro. Ese futuro llegó, aunque no como anhelaba.

Muchas cosas han cambiado en este país en los siete años que este hombre eludió la justicia. Alan García, al que mandó capturar vivo o muerto en el golpe de 1992, ahora es presidente. Montesinos es un reo y maldice a su exjefe todos los días. Lo que sigue igual en Perú es la pobreza y la desilusión.