Juan Domingo Perón iba a tener ayer su segundo entierro, 32 años después de haber muerto. Y hubo violencia. Los restos del tres veces presidente argentino y fundador del Movimiento Justicialista estaban en el cementerio de la Chacarita. Sindicalistas sospechosos de ser millonarios decidieron cumplir la "última voluntad del general", y quisieron trasladarlo a la finca donde solía descansar con su esposa, Eva Duarte: la finca de San Vicente, a 52 kilómetros de Buenos Aires, convertida en panteón. Tras los incidentes, el presidente Néstor Kirchner decidió no ir al homenaje y, por unos minutos, el féretro deambuló sin saber cuál sería su destino.

El peronismo, que gobierna este país y que alguna vez expresó con fuerza los anhelos populares, no se guardó ningún elemento de su liturgia. "Por ese gran argentino, que se supo conquistar/ a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital", decía Hugo del Carril, cuya voz tanguera hacía mucho que no se escuchaba tan fuerte.

La marcha argentina

La marcha Los muchachos peronistas resucitó al compás de la caravana que acompañó al cortejo hasta el panteón. El féretro había dejado el cementerio por la mañana. En la sede de la central obrera, donde Perón dio en 1973 su antepenúltimo discurso, protegido por un vidrio blindado, lo envolvieron con una bandera argentina. Sobre el ataúd, su gorra de general.

Muchos se disputaron el privilegio de cargar la caja, que al final quedó en manos de la empresa de servicios funerarios. El forense Ricardo Péculo recordó que si bien el cuerpo disecado de Perón "está en buenas condiciones", necesitaba ser cuidado por expertos.

El peronismo tiene una peculiar relación con la muerte. El embalsamamiento de Evita no solo fue una cuestión de Estado, sino una tentativa de "exorcizar" a los enemigos. Tras el derrocamiento de Perón, en 1955, el cadáver de la Primera Dama fue vejado y enviado al exterior, donde lo escondieron 15 años. En 1987, un grupo de exespías de la dictadura, le cortó las manos al cuerpo de Perón.

Ahora, los peronistas quieren que Evita se "reencuentre" con su esposo en San Vicente. Pero la familia Duarte es reacia a sacarla del cementerio de la Recoleta. Y mientras la convencen, la justicia trata de saber si Perón tuvo una hija biológica, como Marta Holgado dice ser.

Algo fuera de lo común sucedió ayer más allá del ritual político. Fue, para algunos, como si se quisiera haber "vuelto a vivir" aquel 1 de julio de 1974 cuando, bajo la lluvia, una multitud despidió al general por primera vez. Como si, así, se estuviera conjurando tres décadas más tarde el ciclo de violencia que se inició en el Gobierno de Isabel --1.000 personas fueron asesinadas solo en 1975-- y que llegó al delirio con la dictadura militar (1976-83).

El cuerpo de Perón fue depositado ayer sobre la misma cureña --un armazón sobre el que se montan los cañones de artillería-- utilizada hace 32 años. El presidente Néstor Kirchner pidió que el Ejército argentino encontrara al soldado que aquel 1 de julio lloró ante el paso del cortejo fúnebre y cuya foto recorrió el mundo simbolizando el duelo popular. Roberto Vassie, que hoy tiene 52 años, vistió de nuevo el uniforme para la ocasión. Con estas exequias regresó a escena el sindicalismo peronista en una demostración de fuerza y desafío a Kirchner.

Las sombras del pasado merodean. Han vuelto las amenazas telefónicas. Y las peleas entre peronistas. En San Vicente hubo piedras, balas y heridos. Todos disputándose el cadáver.