Rusia y uno de sus antiguos vasallos de la época soviética, Estonia, se enfrentaron ayer en una aguda crisis diplomática después de que el Gobierno del país báltico destruyera la noche del jueves un disputado monumento al Ejército Rojo, heredado de la URSS, pese a las protestas del Kremlin y de la población estonia de habla rusa. Según las autoridades locales, la retirada del Monumento al Combatiente Libertador , ubicado en el centro de Tallin y que albergaba una fosa con los restos de 14 soldados soviéticos muertos en combate contra el Ejército nazi, causó los peores disturbios en Estonia desde que el país reconquistó la independencia de Moscú, en 1991.

Un hombre murió apuñalado y 43 personas resultaron heridas, incluidos 12 agentes. La policía detuvo a 300 personas que incendiaron coches, rompieron cristales y atacaron con cócteles molotov a las fuerzas del orden. La mayoría de los detenidos eran miembros de la organización prorrusa Nochnoi Dozor (La Ronda de Noche), creada para defender el monumento soviético.

Para acelerar el desmantelamiento, el monumento ha sido dividido en partes. Los restos serán exhumados para su identificación y posterior sepultura en un cementerio militar. El Gobierno ruso tildó la retirada de la estatua de "sacrílega e inhumana". El Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento, hizo ayer un llamamiento al presidente de Rusia, Vladimir Putin, para romper relaciones diplomáticas con Estonia.