George Bush no quiere sorpresas llegadas de Irak que pongan en peligro su reelección. No quiere un atentado sangriento que le amargue las elecciones ni que le echen en cara la muerte de soldados estadounidenses en una contienda que, por el momento, es su principal baza frente a una situación económica incierta. Bush persigue una retirada digna y los shiís saben que son el único recurso válido para estabilizar el país. Por eso sacan sus huestes a la calle, para reclamar elecciones inmediatas que les den el poder ahora en manos de los títeres de Estados Unidos. Pero Bush no se fía.

*Periodista.