Sin perder la sonrisa pero tampoco el tono serio, la cancillera alemana, Angela Merkel, cargó ayer sobre sus hombros parte del fracaso de la Unión Cristianosocial (CSU) --el hermano bávaro de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU)--, en las elecciones de Baviera. "La CDU y la CSU comparten las victorias y éxitos igual que las decepciones. Y eso se aplica también a los resultados del domingo en Baviera. Discutiremos seriamente cuáles han sido los motivos para encontrar las soluciones", afirmó ayer Merkel ante la prensa.

Las malas lenguas dicen que la cancillera puede sentirse aliviada porque el descenso de la CSU le permitirá tomar decisiones, como cuestiones sociales y de familia, bajo menor presión.

Pero Merkel sabe que la pérdida de hegemonía de los socialcristianos en uno de los estados más ricos es una piedra más en el camino a un segundo mandato como jefa de Gobierno sin los socialdemócratas como socios, tras las elecciones del 2009.

Aunque las elecciones de Baviera no suelen ser un espejo del panorama electoral alemán, lo ocurrido suena a advertencia para su debilitada administración. "Baviera se vuelve normal", o "Baviera se alemaniza", decía ayer la prensa. Por primera vez, cinco partidos estarán representados en el Parlamento bávaro.

La posible coalición entre los conservadores y los liberales del FDP para gobernar en Baviera es también la opción más clara para el futuro Gobierno alemán. Pero esa coalición, sumada a la aún posible entre socialdemócratas y La Izquierda en Hesse, restaría poder a los conservadores en el Bundesrat (la Cámara alta, territorial) y hasta pondría en peligro la reelección del presidente federal, Hörst Köhler.

Sobre el retroceso cristianosocial alemán, el argumento más esgrimido es que la modernización de la sociedad y la economía bávara ha provocado una emancipación de los ciudadanos que ya no necesitan ampararse en un partido "paternalista".