El movimiento reformista mantiene el desafío al régimen iraní un año después de las polémicas elecciones presidenciales que dieron la victoria al actual presidente del país, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, y que la oposición califica de "fraudulentas". Como era de esperar, las autoridades han prohibido a los reformistas echarse hoy a las calles de Teherán para recordar a los muertos y pedir la libertad de los detenidos durante la represión que se desató justo después de cerrarse las urnas, el 12 de junio del 2009.

La marea verde que invadió Teherán y otras ciudades del país al grito de "¿Dónde está mi voto?" y "Muerte al dictador" siente que aún faltan muchas batallas por librar y que, en consecuencia, todavía no se ha perdido la guerra. Una lucha que hoy tropieza con más obstáculos que hace un año.

Durante este tiempo, el sector más duro del régimen --representado por Ahmadineyad y el Guía Supremo, el ayatolá Alí Jamenei, el verdadero hombre fuerte del país-- ha logrado atrincherarse en el poder bajo la protección de la Guardia Revolucionaria, la fuerza paramilitar de élite, y los basiyis, la temida e impune milicia islamista.

Fieles milicianos llegaron hace una semana a Teherán para participar en el 21º aniversario de la muerte del gran ayatolá Ruholá Jomeini, padre de la República Islámica, y para patrullar estos días la ciudad y sofocar cualquier conato de protesta. "Hay miedo. Ellos no tienen piedad", dice un joven iraní.

MOVILES Y REDES SOCIALES Este estudiante, que prefiere no dar su nombre, recuerda vía telefónica las imágenes de la represión del año pasado. El régimen prohibió a la prensa internacional cubrir las protestas, medida que está todavía en vigor, lo que obligó a los manifestantes a usar las cámaras de los teléfonos móviles y las redes sociales de internet para mostrar al mundo lo que estaba ocurriendo en las calles de Irán.

El vídeo del asesinato de la joven de 27 años Neda Agha Soltan, abatida por un francotirador en Teherán, dio la vuelta al mundo y su rostro ensangrentado sigue siendo el símbolo de la revuelta. Las protestas se saldaron con al menos 70 muertos, según la oposición, a los que hay que sumar los 13 fallecidos en las manifestaciones del mes de diciembre, durante la fiesta de la Ashura, y miles de detenidos.

A pesar de que muchos fueron puestos en libertad, un número indeterminado permanece todavía en prisión. De todos ellos, al menos 80 fueron condenados a más de 15 años de cárcel y 10 sentenciados a muerte. "Nos preocupa el estado de salud y el destino de los detenidos", afirma vía telefónica una activista de los derechos humanos que prefiere guardar el anonimato.

ALIANZA AMPLIA La oposición ha denunciado estos días una campaña de hostigamiento e intimidación a los seguidores del exprimer ministro y excandidato presidencial, Mirhusein Musavi, rostro visible del movimiento verde, que esta semana no ha dudado en calificar de "secta" al régimen iraní por su "política destructora, opaca y tramposa".

Tanto Musavi como el resto de dirigentes reformistas, el expresidente Mohamed Jatami y el también excandidato y expresidente del Parlamento, el clérigo Mehdi Karrubi, apenas aparecen en público y difunden sus opiniones y convocatorias a través de sus propias páginas webs, conectadas a su vez con otras muchas de activistas de dentro y fuera de Irán, algunas de ellas censuradas por el Gobierno.

"Es una revolución dentro de la revolución", manifestó en plena marcha de protesta un votante de Musavi. Por eso, aunque poco visible por la represión y censura, el movimiento verde sigue siendo una gran amenaza para los que ocupan hoy el poder.