Más de uno ha querido jugar al mayo del 68, ese mito que todas las generaciones de estudiantes franceses intenta emular en un momento u otro de su paso por las aulas. Pero por más que catalice un malestar general contra Nicolas Sarkozy, la protesta juvenil contra la reforma de las pensiones está muy lejos de los grandes ideales de los universitarios que desafiaron al sistema al grito de "la imaginación al poder". Y, a diferencia de la legendaria revuelta, su peor enemigo no son los gases lacrimógenos de la policía, sino las bandas de barrios conflictivos que aprovechan para alimentar el caos y dar rienda suelta a su vandalismo.

Su irrupción ayer en las manifestaciones y bloqueos de unos 300 institutos hizo que la movilización degenerara en disturbios. Principalmente en Lyón y Nanterre, quemaron una decena de coches, rompieron cabinas telefónicas, paradas de autobús y lanzaron piedras contra la policía. Los enfrentamientos con los agentes se saldaron con la detención de 300 jóvenes, muchos de ellos menores.

"No tienen nada que ver con nosotros, intentamos manifestarnos pero ellos hacen burradas", lamentaba una estudiante de Nanterre. En esta población de la periferia de París, las escenas de violencia obligaron a los estudiantes a suspender su movilización. Muchos de ellos decidieron, improvisadamente, trasladar su protesta a los Campos Elíseos de la capital, que invadieron pacíficamente durante un par de horas interrumpiendo la circulación.

Sus consignas dejaban claro que la defensa de la jubilación no les preocupaba tanto como manifestar su rechazo al presidente de la República, cuya política consideran "injusta" y que "beneficia a los más ricos". "Queremos mostrar nuestro descontento con este señor que solo se preocupa de enriquecer a sus amigos", clamó un manifestante.

Estos exabruptos aluden con frecuencia al caso Woerth-Bettencourt, el escándalo político financiero que relaciona al ministro de Trabajo --que justamente pilota la reforma-- con la heredera de L´Oréal, acusada de evadir impuestos y cuya fortuna era gestionada por una empresa para la que trabajaba la esposa del ministro.