Caracas ha vuelto a dar testimonio de su endémica y fatal violencia cotidiana: 21 personas murieron asfixiadas por efecto del gas lacrimógeno en una sala de fiestas de la capital venezolana. El suceso ocurrió la madrugada de ayer sábado (hora local) tras registrarse una pelea en el interior del local, situado en El Paraíso, uno de los distritos de la capital. De acuerdo con el testimonio de familiares de las víctimas citados por la prensa venezolana, dos jóvenes que participaban en una fiesta juvenil se enzarzaron en una discusión hasta que uno de ellos sacó y lanzó un bomba lacrimógena trifásica, seguramente adquirida en el amplio mercado negro de armas.

La sala de fiestas, el club Los Cotorrros, suele ser visitado por la comunidad ecuatoriana. La detonación provocó primero un gran caos en el interior del local y luego la muerte por inanición de las 21 personas, entre ellas nueve mujeres. El resto de las personas fueron trasladadas de urgencia a un hospital cercano para recibir tratamiento.

No hay día en que los venezolanos no se estremezcan por un crimen. El caldo de cultivo de la violencia es la peor crisis económica y social de la historia de este país. Entre este pasado jueves y viernes 14 hombres resultaron muertos en diferentes sectores de Caracas. A finales de mayo, el cantante Evio Di Marzo, hermano del famoso intérprete Yordano, fue asesinado por delincuentes que intentaron robarle su automóvil.

El caso Di Marzo provocó más estupefacción si cabe por tratarse de una figura conocida. Antes y después de aquel episodio fueron asesinadas varias mujeres. Ya son 42 los feminicidios ocurridos en lo que va de año en la periferia de Caracas, el último el de María Isabel Medina León, una mujer de 43 años que recibió un balazo en la cabeza junto a su su nieta. La violencia también castiga a los funcionarios públicos e incluso a los policías y militares a los que se los ataca para robarles sus armas. En la Gran Caracas han fallecido 29 desde el mes de enero.