La planta de Bushehr, la instalación nuclear construida por Rusia en el suroeste de Irán, a orillas del golfo Pérsico y vista con sospecha por Occidente, será realidad la próxima semana. Rosatom, la agencia estatal rusa para la energía atómica, confirmó ayer que el sábado 21 de agosto comenzará a insertar barras de combustible en el reactor nuclear. "Es un paso irreversible; a partir de ese momento, la planta de Busherh será certificada como una instalación de energía nuclear", anunció Serguéi Novikov, portavoz de Rosatom.

Las autoridades nucleares iranís no precisaron la fecha en que la primera planta atómica de Irán comenzará a producir energía eléctrica. La totalidad del combustible será transferido al corazón del reactor el 5 de septiembre. Mes y medio después, la instalación alcanzará una potencia del 50%, lo que permitirá conectarla a la red eléctrica iraní, aunque solo alcanzará su máxima capacidad seis o siete meses después.

Alí Akbar Salehi, jefe de la Organización Iraní de la Energía Atómica, quiso calmar cualquier inquietud que pueda surgir y se apresuró a recalcar que en todo el proceso estarán presentes los inspectores del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA). "El combustible está sellado y los inspectores de la OIEA deben estar presentes para retirar los sellos", precisó.

Los países occidentales, con EEUU al frente, manifestaron su preocupación por la puesta en marcha de la central, aunque no han elevado la cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU. Fuentes diplomáticas subrayaron que Bushehr no plantea problemas de proliferación y que no está vinculada al programa de enriquecimiento de uranio. Sin embargo, París recordó a Teherán que, tras el encendido de la planta, tal programa carece de razón de ser. La central es producto de la cooperación entre Rusia e Irán, los dos principales países ribereños del mar Caspio, que históricamente, desde la época de los zares, han mantenido estrechas relaciones de vecindad y cooperación y que, hasta fecha bastante reciente, han compartido intereses regionales.

Por un lado, a ambas naciones les interesa frenar la influencia de EEUU en Asia Central y poner límite a las aspiraciones de Turquía de formar un bloque con otros países de lengua similar surgidos de la desintegración de la URSS, como Turkmenistán o Azerbaiyán.

CRECIENTE DEPENDENCIA Sin embargo, la creciente dependencia de la economía de Rusia de los mercados occidentales está forzando a Moscú a alinearse con EEUU y Europa en la disputa por el programa nuclear iraní. Recientemente, la prensa rusa reprodujo unas declaraciones del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad en la que calificaba la actitud de su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, de "no amistosa".