La cumbre Rusia-Unión Europea (UE) concluyó ayer en un fracaso. La reunión, celebrada en Jabárovsk --más de 6.100 kilómetros al este de Moscú--, no logró eliminar ninguna de las numerosas discrepancias que últimamente han nublado las relaciones entre Moscú y Bruselas. A la tensión subyacente por los conflictos en el suministro de ener- gía a la UE se añadió el rechazo de Moscú a aceptar con buenos ojos la Asociación Oriental, firmada entre Bruselas y seis repúblicas de la antigua URSS.

Ese acuerdo, firmado en Praga a principios del mes de mayo, tiene como objetivo reforzar los lazos políticos y económicos de la UE con Ucrania, Moldavia y Bielorrusia, tres vecinos inmediatos, y con Georgia, Armenia y Azerbaiyán, antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso. A pesar de los intentos europeos de paliar los recelos de Moscú, el presidente ruso, Dmitri Medvédev, sostuvo que según el Kremlin es posible que "esta asociación sea percibida por algunos estados, no de la Unión Europea, como una asociación contra Rusia".

JARRO DE AGUA FRIA Además, Moscú amenazó a Europa con una nueva guerra del gas, dando a entender que es posible que se repita el corte de suministro de enero pasado, que dejó dos semanas sin calefacción a varios países europeos. Medvédev, cuya llegada al poder en mayo del 2008 creó esperanzas en Occidente de una mejora de las relaciones con Rusia, echó un jarro de agua fría al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y al presidente checo y presidente de turno de la UE, Vaclav Klaus, al advertir de que Rusia no garantizará el servicio hasta que los países europeos no acepten un nuevo pacto de seguridad energética que reemplace la actual Carta Energética. Ese documento fue adoptado en 1991 a instancias de la Unión Europea para integrar a los sectores energéticos de la antigua Unión Soviética y de Europa del Este.

"¿Para qué lo vamos a garantizar? No hay problemas por nuestra parte, aquí todo está en orden", dijo Medvedev. Según el Kremlin, la culpa del último corte la tuvo el Ejecutivo de Ucrania, que paga con retraso por el gas ruso. Medvédev dudó de la capacidad del Gobierno ucraniano de pagar el suministro de carburante e invitó a la UE a que ayudara a Kiev a pagar para asegurar el suministro.

Barroso, visiblemente decepcionado por la radical postura de las autoridades rusas, advirtió de que "no se pueden permitir más interrupciones" en el suministro de gas procedente de Rusia. A pesar de la presión de Moscú, dejó claro que la UE no se plantea renunciar a la Carta Energética. "La UE solo puede mejorarla, no reemplazarla", sentenció. Medvedev reafirmó a su vez que "Rusia no participa en la Carta, ni tiene intención de hacerlo".

En vísperas de la cumbre de Jabárovsk, Rusia y la UE habían afirmado que querían mejorar sus relaciones tras los conflictos por el suministro de gas y la operación militar rusa en Georgia.

NUEVO ACUERDO Además, Moscú y Bruselas pretendían avanzar hacia la firma de un nuevo acuerdo de cooperación que sustituyera el anterior, que reglamentaba sus vínculos hasta el 2007. Este tratado deberá regular los cuatro ámbitos "comunes": economía, libertad y justicia, seguridad y educación, cultura e investigación científica. Al final, Medvédev solo dijo que "seguirá el diálogo".

En opinión de Medvédev, la decepción más importante fue la falta de interés de la UE en su propuesta de crear un nuevo sistema de seguridad en Europa, que sustituya a la OTAN. El Kremlin eligió la remota Jabárovsk para la cumbre con el propósito de que los europeos "tengan la oportunidad de apreciar la grandeza de Rusia", en palabras de su presidente.