Esperanza, confusión y mentiras marcaron ayer la operación de rescate contrarreloj para salvar a los siete tripulantes del batiscafo militar ruso AS-28, atrapado desde el jueves a 190 metros de profundidad en aguas del Pacífico y con reservas de aire y energía eléctrica para unas 24 horas. El sumergible está enganchado a un cable submarino de vigilancia costera o a redes de pesca.

El comandante de la Flota del Pacífico de Rusia, Viktor Fiodorov, encendió la esperanza de los familiares al afirmar en la televisión rusa que los barcos militares habían conseguido enganchar el batiscafo para arrastrarlo hacia un banco de arena. Poco después, un portavoz del Estado Mayor de la Flota Rusa desmintió esta información al considerarla "prematura".

Nueve buques de la flota rusa del Pacífico están en la bahía Beriozovaya, a unos 100 kilómetros al sur de la ciudad de Petropavlovsk de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia, donde ocurrió el accidente.

Diversas fuentes rusas han facilitado datos contradictorios sobre la autonomía del sumergible, que varían desde 24 horas hasta ocho días. Estas informaciones confusas evocaron amargos recuerdos de la catástrofe del submarino nuclear ruso Kursk , en agosto del 2000, cuando los altos cargos militares informaban sobre "contactos con la tripulación" cuando los 118 tripulantes ya estaban muertos.

Rusia pidió ayuda a EEUU y Japón para recuperar el sumergible, y Japón envió cuatro naves de la Marina a la zona del accidente que tardará tres o cuatro días en llegar. El Reino Unido también trasladará a la zona un vehículo submarino. Por su parte, la Marina de EEUU envió ayer un pequeño submarino robot llamado Super Scorpio para intentar liberar al batiscafo.

El batiscafo ruso, de 13,5 metros de longitud y 5,7 de alto, diseñado para rescatar a tripulaciones de submarinos de guerra inspeccionaba una antena submarina cuando al parecer un cable se enredó en el timón.