La sensación que producía ayer por la tarde la Capilla Sixtina, donde se encerrarán dentro de pocas horas los 115 cardenales para elegir al nuevo papa, era la de un salón de actos para ejecutivos. Eso sí, con soberbios toques del Renacimiento e incluso medievales, en un salón de lujo, con las pinturas de Miguel Angel, Botticelli, Pitturicchio y alguna pincelada de Rafael, presidiendo las paredes.

Así puede describirse la cabina de mando de una multinacional especial, pero que, como todas, necesita tomar sus decisiones en secreto total: invisibles filtros electrónicos impedían ayer que en la capilla se usasen teléfonos móviles, tanto de entrada como de salida, como este diario pudo comprobar con infructuosas llamadas desde el exterior. "Verificad si el lugar no cuenta con un blindaje completo de ondas", desafió el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls.

Situada en el suelo y en el rincón más apartado de la puerta por la que los turistas entran en la Capilla Sixtina, está ubicada la famosa estufa de hierro colado de donde saldrán las fumatas, blanca o negra según haya o no haya papa. Una chimenea de cobre sale de la misma y sube hasta las vidrieras más altas.

En un toque de modernidad, las estufas serán dos: una para el fuego que destruirá las papeletas de las votaciones y los apuntes de los cardenales y la otra para darle un empujón termodinámico al humo de la primera. Para obtener el efecto, las chimeneas de cada estufa se unen a dos metros del suelo y prosiguen, fijadas a un andamio, hasta la primera vidriera de la capilla. De allí el tubo sale al exterior y se encarama hasta el techo de la capilla, visible desde la plaza.

Humo gris

En el primer cónclave de 1978, el humo que salió de la chimenea tras la elección de Albino Luciani (Juan Pablo I) no fue ni negro ni blanco, sino de un gris indefinido. La gente empezó a irse desilusionada y, el Vaticano tuvo que advertir de que había papa.

Hasta entonces los colores negro o blanco se obtenían quemando paja mojada o seca. Esta vez los cardenales han decidido usar productos químicos. "Ignoro cuáles", admitió Navarro Valls, quien no detalló el tipo de combustible: "Quizá carbón de coque". Por si acaso, además de la fumata, las campanas de San Pedro sonarán simultáneamente al humo.

Para la ocasión, el suelo de la Sixtina ha sido tapado con una moqueta beige, y unos tapetes del mismo color cubren 12 grandes mesas rectangulares en torno a las cuales estarán sentados los electores.

Si el observador no levanta la mirada hacia las escenas de la Creación pintadas por Miguel Angel, el ambiente podría asemejar un salón empresarial. La única nota austera son las sillas que ocuparán sus eminencias, de madera pelada. O sea, bastante incómodas, lo que aportará su granito de arena para abandonar el encierro lo antes posible.