"El otro día conocí a una persona que se casó felizmente a los 50", soltó el príncipe Alberto al periodista Larry King esta Navidad. El nuevo jefe de Estado de Mónaco (47 años) vive sin angustia su soltería desde hace tres años, cuando los guardianes de la monarquía, viendo que Alberto no se decidía a cambiar su estado civil y tener hijos, decidieron cambiar ellos la Constitución para evitar el riesgo de que la dinastía desapareciese.

Hasta abril del 2002, la Carta Magna de Mónaco (1962) indicaba que la continuidad de la monarquía pasaba de padres a hijos, siempre con prioridad para los varones. Con las modificaciones, Rainiero se aseguró de que, si su hijo moría sin descendencia, los derechos hereditarios pudieran pasar a sus hermanas.

Carolina sería la segunda en la línea, aunque con toda probabilidad abdicaría en favor de su hijo Andrea Casiraghi. El joven, de 21 años, parece hoy en día una opción extravagante, viendo el poco interés de Andrea por los asuntos de palacio y su apego a las fiestas.

No obstante, tampoco hay que descartar que Alberto protagonice una de esas bodas del siglo , ya tan usuales. "En ese asunto creo que puede haber una gran sorpresa", afirma a este diario Kjell Arne Totland, el periodista noruego que destapó los romances entre el Príncipe y Eva Sannum, y el de Mette-Marit y Haakon. "Debemos recordar que su padre también se casó después de ser príncipe, aunque fuera más joven, claro, a los 32".

El caso es que se case o no, su padre dejó bien atado el asunto y de paso fulminó el fantasma de que Mónaco pudiera pasar a depender de Francia. París ha jugado, y sigue jugando pese a los textos legales, la figura de protector de este minúsculo.