En la noche del lunes, en el espacio de una hora, dos tiroteos en distintos barrios de Londres se llevaron por delante la vida de una chica de 17 años y dejaron a un chico de 16 en estado crítico. Junto a este último había otro joven de 15 años con varias puñaladas. Los tres adolescentes son las últimas víctimas de la violencia que sufre la capital británica -47 asesinatos en lo que va de año, según la Policía Metropolitana-, una espiral que las autoridades no saben cómo atajar. La fallecida, Tanesha Melbourne, fue tiroteada desde un vehículo en marcha cuando charlaba en la calle con unos amigos, según testigos, en el barrio de Tottenham.

En los pasados meses de febrero y marzo el número de asesinatos en Londres (37) superó al de Nueva York (32), dos ciudades con similar población. En los últimos 19 días, 15 personas han sido asesinadas en la capital. «No podemos entender cómo las cosas se han ido de las manos», ha declarado el ex superintendente de la Policía Metropolitana Leroy Logan. Scotland Yard ha anunciado la creación de una nueva fuerza, compuesta por 100 agentes, para atajar los crímenes violentos en Londres.

La media de edad de las víctimas mortales es de 32 años, pero entre los últimos fallecidos hay 9 adolescentes y los agresores tienen las mismas edades. Según datos policiales, con frecuencia se trata de chicos y chicas negros, que en casos forman parte de pandillas callejeras rivales. Cuchillos, machetes y navajas son las armas más utilizadas, aunque el uso de armas de fuego es también cada vez mayor. El domingo fue un joven de 20 años el que pereció apuñalado.

Violencia normalizada

Las agresiones con arma blanca no suponen nada nuevo en la ciudad, pero después de unos años en los que los incidentes habían disminuido, los ataques se han recrudecido. El pasado jueves, la familia de Abraham Badru, de 26 años, muerto de un disparo en el barrio de Hackney el pasado 25 de marzo, advirtió de la «cultura de las armas que se ha convertido en un fenómeno completamente desenfrenado en nuestra comunidad».

La máxima autoridad policial en Inglaterra, Cressida Dick, ha acusado a las redes sociales de normalizar la violencia entre los más jóvenes y azuzar los deseos de revancha cuando ocurre un incidente, a veces nimio. Instagram, Youtube y Snapchat son utilizados para organizar ataques de los pandilleros por el control del tráfico de drogas. Las redes sociales «hacen más difícil que la gente se calme», señaló Dick a The Times. Un desacuerdo trivial puede traducirse «en cuestión de minutos», en violencia y agresiones, atizado por el lenguaje «increíblemente agresivo» que se emplea on line. «Hay que hacer definitivamente algo sobre el impacto de los medios sociales en la gente que pasa con gran rapidez de estar algo enfadada a luchar».

«Londres debe tratar los crímenes violentos como una enfermedad», advierte la diputada por Croydon Central, Sarah Jones, quien preside un grupo en el Parlamento británico dedicado al problema de la proliferación de delitos con arma blanca. «Nueva York ha reducido la violencia más grave a través de un programa de salud», afirma. «Nosotros necesitamos elaborar nuestra propia estrategia, teniendo en cuanta todos los aspectos. Los crímenes con arma blanca y los crímenes violentos actúan como una epidemia. Lo que se necesita es ir al origen y terminar con él y después inocular contra él a la gente joven en el futuro», concluye.