El presidente francés, Nicolas Sarkozy, abrió hoy la vía a la reforma de la semana laboral de 35 horas aunque con la condición de que no bajen ni el poder adquisitivo de los trabajadores ni la competitividad de las empresas. "Actualmente las 35 horas, uniformes y obligatorias, ya no existen. Pero considero que no hay asuntos tabú", afirmó el presidente en un discurso ante sindicatos y organizaciones patronales en alusión a esa normativa, aprobada por el Gobierno socialista en 2000. Para Sarkozy, que encabezó diversas reformas que suavizaron la aplicación de la ley de las 35 horas, la crisis económica ha cambiado la situación y ha abierto la puerta a que se derogue la ley que redujo la jornada laboral de los franceses a partir de 2000. "Si los agentes sociales o los partidos políticos tienen proposiciones que hacer, el Gobierno estará atento", señaló el jefe del Estado francés. La reacción de Sarkozy se produce tras varios días de polémica sobre la reforma de la ley, que ha provocado divisiones tanto entre los partidos de izquierda como los de derecha. El postulante a la candidatura socialista Manuel Valls fue quien abrió el debate hace unos días al apostar por la supresión de la ley que su propio partido tuvo como bandera durante años. En el seno de la conservadora UMP, a la que pertenece Sarkozy, también se han enfrentado voces a favor y en contra de ampliar la duración del tiempo de trabajo. Los sindicatos, por su parte, se oponen a cualquier reforma, temerosos de que eso influya en el poder adquisitivo de los empleados. En concreto, la ley de las 35 horas permite desgravar los ingresos ligados a las horas suplementarias, calculados en 4.000 millones de euros. En cuanto a la patronal, la reforma tampoco cuenta con la unanimidad de los empresarios, sobre todo porque la reducción de la jornada laboral vino acompañada de una desgravación de los impuestos sociales de los salarios más bajos, lo que representó en 2008 22.600 millones de euros. En su discurso de año nuevo a los agentes sociales, Sarkozy se refirió también a la reforma de las pensiones y el retraso de la edad de jubilación, lo que provocó el principal enfrentamiento con los sindicatos en 2010. En este sentido, el presidente se mostró convencido de que los socialistas no derogarán la ley que retrasa la jubilación a los 62 años, tal y como han declarado algunos de sus aspirantes a la presidencia. "Mi convicción es que nadie rectificará la reforma de las pensiones que hemos introducido porque era necesaria", señaló Sarkozy. Precisamente ese asunto provocó que la CGT, uno de los principales sindicatos del país, no acudiera al discurso de año nuevo de Sarkozy, algo que nunca había ocurrido antes.