Con la pericia de un marinero corso y la astucia de un comerciante marsellés, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se las ingenió ayer para salir airoso del Parlamento israelí con un discurso en el que reafirmó su filia hacia Israel sin comprometer la histórica relación de Francia con el mundo árabe. El presidente francés afirmó que un "Irán nuclear es intolerable", pero al mismo tiempo exigió la paralización de los asentamientos y sostuvo que Jerusalén "debe ser la capital de dos estados".

En Israel se habla de "romance" para describir el momento que atraviesan las relaciones diplomáticas entre el Estado judío y Francia, país cuya ayuda resultó crucial para que Israel pudiera construir en los años 50 el reactor nuclear de Dimona, fuente de su arsenal atómico.

VIEJOS DESENCUENTROS Tras los choques de las últimas décadas por la cuestión palestina, la relación bilateral vuelve a ir bien. Sarkozy no defraudó en la primera aparición de un presidente francés en la Kneset desde el discurso de Mitterrand (1982).

Consciente de que Irán es el mayor dolor de cabeza de la política israelí, el titular del Elíseo defendió un "incremento" de las sanciones contra Teherán si la teocracia persa "incumple los compromisos internacionales". "Un Irán nuclear es intolerable. Francia interferirá ante cualquiera que intente destruir a Israel", dijo coincidiendo con el anuncio de nuevas sanciones a Irán emitido ayer por la UE.

Pero Sarkozy también tuvo arrestos para recordarle a Israel ante un hemiciclo lleno y entregado sus obligaciones respecto al proceso de paz. Algo que no hicieron este año ante el mismo escenario ni la cancillera Angela Merkel ni George Bush, quien llegó a invocar el derecho divino a un Estado judío en Palestina.

PETICIONES "No puede haber paz si no se detienen los asentamientos" y se encuentra "una solución para los refugiados palestinos", dijo el presidente francés, quien condenó también el "terrorismo" palestino. Y enfatizó que no habrá reconciliación "sin asumir que Jerusalén debe ser la capital de dos estados", un asunto tabú para parte de la clase política israelí. Las posiciones de Sarkozy concuerdan con las de UE, aunque las buenas intenciones chocan con la falta de medidas para traducirlas en hechos. La semana pasada, sin ir más lejos, Bruselas aprobó la mejora de lazos de cooperación económica y social con Israel.

La visita de Sarkozy se produce en un momento crítico para el primer ministro israelí, Ehud Olmert, acosado por los escándalos de corrupción. Sus socios laboristas en el Gobierno decidieron apoyar mañana una moción para disolver el Parlamento.