Nicolas Sarkozy rompió ayer el sorprendente silencio que había guardado hasta ahora ante el rechazo de Suiza a los minaretes, que ha generado una viva polémica en Francia y ha contaminado el debate sobre la identidad promovido por el Gobierno. En una larga tribuna publicada ayer en el diario Le Monde, el presidente francés llama a la tolerancia y defiende una identidad nacional del "mestizaje" como un "antídoto" contra la tentación del "tribalismo" y del "comunitarismo" (palabra que define el atrincheramiento de comunidades religiosas o étnicas en detrimento de la integración).

Mientras la mayoría de los dirigentes políticos han criticado el voto de los suizos, Sarkozy se muestra comprensivo. A su juicio, es el reflejo de un "sufrimiento" que no se debe "menospreciar" y que atribuye a un sentimiento de temor a una pérdida de identidad. "No tiene nada que ver con la libertad de culto. Nadie cuestiona las libertades fundamentales", analiza.

Para el presidente, la respuesta a la necesidad de pertenencia frente a la mundialización no es otra que reforzar la identidad republicana. Una identidad que se reivindica laica y que respeta a todas las religiones por igual. "Respetar a los que llegan, respetar a los que acogen" es la divisa que preconiza el jefe del Estado francés, al tiempo que reclama que se practique la religión de forma "humilde y discreta". "Cada uno debe guardarse de toda ostentación y provocación".

En Francia hay una veintena de mezquitas con minarete y otros cinco grandes centros de culto musulmán se encuentran en proyecto en diferentes ciudades francesas, mientras algunos municipios deciden demoler iglesias cerradas por falta de fieles. Solo los edificios de culto construidos antes de la Revolución reciben fondos públicos para su mantenimiento. "No se respeta a la gente cuando se la obliga a practicar su religión en sótanos o hangares", afirma en su artículo el presidente.