Nicolas Sarkozy soñaba con formar con Barack Obama una especie de dream team . Juntos cambiarían el mundo. Pero nada más pisar la Casa Blanca, el presidente norteamericano dejó claro que no estaba por la labor. Decepcionado por no haber recibido el trato de interlocutor privilegiado al que aspiraba, el jefe de Estado francés ha desplegado toda su energía en la búsqueda de aliados para presionar al presidente norteamericano cada vez que sus puntos de vista divergen. Lo hizo en el G-20 de Pittsburgh sobre la reforma del sistema financiero y ahora vuelve a la carga con la cumbre climática, que se celebrará en Copenhague del 7 al 18 de diciembre.

Con el objetivo de liderar la batalla contra el cambio climático, Sarkozy ha emprendido una ofensiva diplomática. Ayer se reunió con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en el contexto de un encuentro de los países del área amazónica, y hoy participará en Trinidad y Tobago en una cumbre de la Commonwealth, que reúne a 53 países de los cinco continentes. El presidente francés quiere formar frente común ante las propuestas, más tibias, de Obama.

Detrás de esta nueva escalada de tensión franco-americana subyacen unas relaciones presididas por la frialdad. Las causas se deben tanto a un desencuentro personal como al desacuerdo entre ambos en cuestiones candentes, que van desde la reforma del sistema bancario a la estrategia frente al islamismo. En el terreno económico, Obama no comparte la voluntad de Sarkozy de "moralizar el capitalismo", recortando las primas de los agentes financieros. Sarkozy, que detesta al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, no comparte la política de mano tendida del norteamericano a Teherán.

CHOQUE FRONTAL Mientras que en el frente de Afganistán prevalece la sintonía, la forma de abordar el conflicto israelo-palestino les separa. Por no hablar de la tolerancia expresada por Obama en relación al velo islámico en su discurso dirigido al mundo musulmán del pasado junio en El Cairo. En este terreno el choque es frontal. Pero la rivalidad no se explica solo por estos encontronazos. En el Elíseo se admite la desazón de Sarkozy ante la actitud distante de Obama. Mientras George Bush le recibió con toda la pompa en la Casa Blanca, el líder que tanto ha seducido a la opinión pública se hace de rogar. Sarkozy vive mal que los Obama hayan invitado antes a cenar al primer ministro de la India o al presidente de Botsuana o que rechazara un encuentro de las dos familias.