Los responsables de la policía y de los gendarmes dieron un respingo en su asiento cuando Nicolas Sarkozy irrumpió por sorpresa en la reunión que mantenían con el titular de Interior, Brice Hortefeux, el pasado miércoles en la sede del ministerio. Un calculado golpe de efecto que ilustra la voluntad del presidente francés de retomar el tema de la seguridad, una de las bazas de su política, para cuidar su imagen antes de afrontar un otoño sembrado de minas. La gripe A, el malestar por la creación de una tasa ecológica, reformas impopulares y la crisis amenazan con ponerle contra las cuerdas.

Para colmo de males, algunos índices de delincuencia han aumentado. Aunque los ataques a la propiedad globalmente han descendido un 22% desde el 2003, los robos en las casas han crecido un 12% en el último año, y las agresiones a las personas, un 4,3%. Así presentadas, las estadísticas justifican que el presidente vuelva a utilizar su efectivo lenguaje justiciero. "¡Los que estén cansados, que se vayan!", espetó a los responsables de los cuerpos de seguridad.

Enfundado en el uniforme de primer policía de Francia, papel que tan buenos resultados le ha dado en las urnas, Sarkozy intenta contrarrestar el coste de decisiones tan polémicas como implantar una nueva tasa sobre las emisiones de carbono en un contexto de crisis económica.

CHOQUES INTERNOS Según un sondeo, dos tercios de los franceses se oponen a la medida, que además ha generado choques en el Gobierno. Después de que el primer ministro, François Fillon, cifrara la tasa en 14 euros por tonelada de CO2, Sarkozy le ha desautorizado, aplazando la decisión. Ya lo advirtió al principio de su mandato: "Fillon es un colaborador, el jefe soy yo".

La polémica se produce en un contexto extremadamente delicado. Por un lado, con el país en estado de alerta por la gripe A y cuestionando la decisión de permitir el cierre de las escuelas. Por otro, en una situación de crispación social. Los agricultores están en pie de guerra por la caída de los precios y la judicatura está que trina ante la próxima aprobación de una reforma que pretende suprimir la figura del juez de instrucción. Los funcionarios se quejan por la supresión de puestos y los cargos electos critican una reforma de la organización territorial que recortará la cifra de representantes.

LA PRESION ELECTORAL ¿Por qué abrir tantos frentes? Cuando faltan algo más de dos años para las elecciones presidenciales del 2012, Sarkozy debe abordar ahora los asuntos espinosos si quiere cumplir con su programa antes de llegar a la campaña.

La crisis económica juega también en su contra. Pese a los primeros síntomas de recuperación, el paro no deja de aumentar y el déficit del Estado se ha disparado, situándose por encima de los 100.000 millones de euros. Una situación que intenta reconducir con el lanzamiento de un gran préstamo popular, medida igualmente controvertida y criticada por los franceses.

Con tanto obstáculo, Sarkozy no puede permitirse bajar la guardia en el tema de la seguridad. La presión es fuerte. Y el precario equilibrio en los barrios conflictivos de la periferia puede saltar por los aires en cualquier momento. "Tolerancia cero y prepotencia cero" es la consigna que ha dado a la policía.