Se acabaron los experimentos y los llamativos fichajes en el equipo contrario, de gran impacto mediático pero dudoso rédito electoral. A 18 meses de las presidenciales del 2012, Nicolas Sarkozy no quiere jugársela. Por eso ha sacrificado su voluntad de relevar al primer ministro, François Fillon, preciso para hacer creíble un relanzamiento del mandato después de las protestas por la reforma de las pensiones. Tras topar con las resistencias de su partido a prescindir de Fillon, ha optado por un Gobierno de fieles y experimentados hombres y mujeres. Un Ejecutivo diseñado para combinar el reto de llevar a cabo las reformas pendientes con la carrera para la reelección en el Elíseo. El presidente explicará hoy, en televisión, su hoja de ruta para la última etapa de la legislatura.

DOBLE PRESIDENCIA Uno de los objetivos del jefe del Estado es recuperar el terreno perdido en la escena internacional, tras el episodio de las expulsiones de gitanos. La doble presidencia del G-20 (asumida el viernes) y del G-8 (a partir de enero) contribuirá a ello. Sarkozy sueña con recuperar el liderazgo que se trabajó con ahínco cuando, en la segunda mitad del 2008, el semestre de la presidencia francesa de la UE coincidió con el estallido de la crisis financiera. El jefe del Estado demostró unos reflejos y capacidad de iniciativa que le valieron el reconocimiento dentro y fuera de sus fronteras. Ahora tampoco lo tiene fácil. Se enfrenta a la titánica tarea de poner fin a la guerra de las monedas y superar las resistencias a reformar el sistema financiero.

REFORMA DE LAS PENSIONES Recuperar el diálogo con los sindicatos es otro de sus frentes. La reforma de las pensiones, que desencadenó una beligerante protesta, dejó secuelas profundas. La estrategia de la firmeza aplicada por el presidente logró sacar adelante la prolongación de la edad legal de la jubilación de los 60 a los 62 años y desactivar poco a poco el movimiento, pero entre el presidente y los sindicatos se ha abierto un abismo. El primer paso para superar la desconfianza ha sido apear al ministro de Trabajo, Eric Woerth. Ahora quiere recuperar el diálogo con un giro social que sitúe el empleo y la solidaridad entre sus prioridades.

Finalmente, el jefe del Estado francés ha decidido enfundarse en el traje de presidente. Desde que llegó al Elíseo, Sarkozy ha roto con el clásico reparto institucional de la V República. La llamada hiperpresidencia, que le ha llevado a ocuparse de todos los frentes, y su estilo excesivo le han pasado factura en las encuestas mientras el primer ministro ganaba enteros. En la última fase del mandato, se propone centrarse en su papel de árbitro mientras Fillon baja a la arena. Ahora todos se preguntan si Sarkozy será capaz de ir en contra de su naturaleza.