Después de unas tranquilas vacaciones, Nicolas Sarkozy se incorpora hoy al Elíseo para afrontar un otoño caliente con una agenda cargada de asuntos espinosos.

Nada más llegar, el jefe del Estado recibirá a los principales banqueros del país para llamarles al orden ante la reanudación de la práctica, duramente criticada por Sarkozy, de otorgar cuantiosas bonificaciones a los responsables financieros. A su juicio, los sueldos astronómicos no son de recibo en entidades que han recibido ayudas del Estado para superar la crisis.

Con los sondeos un poco más benignos --ha ganado tres puntos de popularidad, aunque el apoyo de los franceses se sitúa en el 48%-- Sarkozy afrontará temas muy controvertidos como la implantación de una tasa para grabar las emisiones de CO2, el lanzamiento de un préstamo popular o la reforma de la organización territorial. Ninguno despierta grandes simpatías. En cambio, pasarán a engrosar la lista de razones por las que los sindicatos se preparan ya para movilizar a los ciudadanos, con la gestión de la crisis como eje principal de las protestas.