El excanciller alemán, Gerhard Schröder, habló muy claro en noviembre: "Hasta hoy he dado consejos gratis, pero eso se acabó, ahora voy a cobrar. Reabriré mi bufete de abogados, y que conste que soy muy buen abogado, pero como ya he aconsejado mucho, sin pago alguno, creo que llegó la hora de recibir honorarios".

En una conversación posterior con un reducido grupo de corresponsales extranjeros, entre los que se encontraba el representante de este diario, Schröder contó por primera vez que se preparaba para escribir un libro. "No serán mis memorias, eso me parece pretencioso, será un libro sobre las intimidades del poder", dijo.

Nadie imaginó que Schröder tenía mucho más entre manos, que se preparaba para asumir la presidencia del Consejo Supervisor de la empresa rusa Gazprom. Junto con las alemanas EONRuhrgas y BASF, la compañía rusa construirá y gestionará un gasoducto que unirá Rusia y Alemania. Gazprom, primer exportador de gas del mundo, controlará el 51%, y las dos empresas alemanas, el 49%.

El gasoducto tendrá una longitud de 1.200 kilómetros bajo el mar Báltico. A partir del 2010, transportará anualmente más de 27.500 millones de metros cúbicos de gas desde Siberia hasta Alemania y costará unos 4.000 millones de euros (665.000 millones de pesetas). Para todo el mundo, está claro que el nuevo trabajo del excanciller es producto de la estrecha amistad que trabó con el presidente ruso, Vladimir Putin.

Defensa del SPD

Cuando la noticia saltó, el presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), Matthias Platzeck, salió en defensa de Schröder. "El excanciller es una persona honorable y su decisión de aceptar el puesto en la empresa que traerá el gas a Europa no puede dejar de ser honorable", destacó Platzeck.

Acosado en el Parlamento federal, el vicecanciller alemán y hombre fuerte del SPD en el nuevo Gobierno, Franz Müntefering, señaló que, en su opinión, "Gerhard Schröder podía aceptar la oferta que recibió". "Estoy contento de que lo haya hecho, porque con ello se coloca en una posición estratégica desde la que puede repercutir positivamente en el futuro de Alemania y de Europa", añadió.

El diario sensacionalista Bild Zeitung y la oposición han sido más duros con Schröder, al que acusan de actuar como el jefe de Gobierno de una "república bananera", y de pisotear "principios que él mismo defendió", como dijo Wolfgang Gerhardt, jefe de los diputados del Partido Liberal. "En el supuesto de que esa función sea remunerada, estaremos hablando de una cuestión altamente problemática", afirmó el jefe del Grupo Parlamentario de Los Verdes, Hans-Christian Ströbele.

Para el cristianodemócrata Christian Wulff, presidente de Baja Sajonia, "Schröder debe renunciar, porque en caso contrario, existirá la impresión de que se trata de una recompensa por impulsar el gasoducto".

Código de conducta

Desde el punto de vista legal, no se puede acusar de nada al abogado Schröder, puesto que ya no forma parte de la clase política. Por eso, a la oposición no le queda más remedio que levantar el escándalo y proponer que se elabore un código de conducta para excancilleres con la premisa de que, aunque no ocupen un cargo, siguen representando a las instituciones alemanas.

En declaraciones al diario Süddeutsche Zeitung , el excanciller calificó de "absurdos" los reproches, y prometió llevar a cabo acciones legales contra quienes han difundido sumas concretas. "Para mí, es un honor participar en la iniciativa", destacó. "Apoyé este proyecto políticamente porque me parecía razonable. Sólo tengo 61 años y quiero trabajar. No quiero quedarme en casa y aburrir a mi esposa", dijo.