Una trabajadora humanitaria británica que nació en Dublín, casada con un iraquí y residente en Irak desde hace tres décadas, es la última persona secuestrada en Bagdad. La captura de Margaret Hasan provocó ayer una nueva conmoción en el Reino Unido, todavía estremecido por la decapitación hace dos semanas del ingeniero Kenneth Bigley a manos de sus captores.

Hasan, conocida en todo Irak por su generosa labor y por su defensa incondicional de los iraquís, había sido una personalidad a la que el régimen de Sadam Husein nunca se atrevió a tocar. Ahora, en cambio, es una víctima más de la caótica situación que vive el país.

Poseedora de triple nacionalidad (irlandesa, británica e iraquí), trabajaba desde hace 10 años como directora en Irak de la organización Care International, que proporciona ayuda escolar y médica de emergencia. Secuestrada a las 7.30 horas en la capital, la cautiva fue mostrada posteriormente en un vídeo, sentada en un sofá, con las manos al parecer atadas a la espalda.

Las autoridades británicas trataban ayer por la tarde de conocer la identidad del grupo que la retiene. El primer ministro, Tony Blair, durante una comparecencia en Londres con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, condenó el secuestro y dijo que estaba haciendo todo lo posible para resolver la situación.

El incidente se produce en un momento delicado, cuando el Gobierno británico se dispone a ordenar el despliegue de tropas en zonas más peligrosas de Irak, bajo mando estadounidense. Toda la oposición, al igual que numerosos laboristas, se oponen a esa reorganización militar.

Mientras, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos cifró en 1.000 los extremistas islamistas extranjeros que podrían hallarse en el país, torpedeando la reconstrucción.

El informe anual presentado ayer indica que ha aumentado, además, el riesgo de ataques terroristas tanto en países occidentales como de intereses occidentales en países árabes. La red de Al Qaeda se ha extendido por 60 países, con unos 18.000 terroristas potenciales en libertad.

CONTINUA LA VIOLENCIA La resistencia iraquí lanzó ayer un ataque con morteros contra un cuartel de la Guardia Nacional iraquí en Bagdad y mató al menos a cuatro policías y causó heridas a más de ochenta.

En otra acción armada, también en Bagdad, un civil estadounidense murió y otras siete personas resultaron heridas, entre ellas un soldado norteamericano, en un ataque de morteros y lanzagranadas contra un complejo del Ejército de EEUU. La víctima trabajaba para la empresa Kellogg Brown & Root, subsidiaria de Halliburton, que dirigió el vicepresidente Dick Cheney. Esta muerte eleva a 54 los empleados del gigante de los hidrocarburos fallecidos en Irak.