Si Yitzhak Rabin, el asesinado primer ministro israelí, levantara la cabeza, vería que muchas cosas y caras han cambiado, pero que ahora, como cuando fue asesinado hace 10 años, las esperanzas de paz se estancan en interminables negociaciones sobre hechos concretos.

Ayer, el día en que Israel conmemoró solemnemente el 10º aniversario del magnicidio, la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, luchaba para que palestinos e israelís llegaran a un acuerdo sobre los pasos fronterizos en Gaza. En las grandes decisiones, la situación es peor: el primer ministro israelí, Ariel Sharon, y Rice disintieron claramente respecto a la conveniencia o no de que Hamás participe en las elecciones palestinas.

Rice incluso retrasó su partida hacia Asia para cerrar un acuerdo sobre Gaza que todos consideran vital para que la franja no se asfixie económicamente, pero que la escasa voluntad negociadora de palestinos e israelís ha convertido casi en imposible.

A AÑOS LUZ Porque en los temas cruciales las posiciones están a años luz. Sharon le dejó bien claro ayer a Rice que Israel no ayudará a los palestinos a celebrar sus elecciones en enero si Hamás participa en ellas. Según Israel, una Hamás poderosa en las urnas debilitará aún más al presidente de la ANP, Mahmud Abbás (alias Abú Mazen ). Rice defendió ante Sharon la posición de Abú Mazen: que será más fácil desarmar a Hamás si entra en el juego democrático.