Eran 20. Sus manos estaban esposadas y, en algunos casos, los grilletes encadenaban sus tobillos. Sus cuerpos iban enfundados en uniformes naranjas; sus cabezas, cubiertas con capuchas. En fila, de uno en uno, entraron en un avión de cargo de las Fuerzas Aéreas de EEUU en el aeropuerto de Kandahar, en Afganistán. Más de 40 policías militares especialmente entrenados los vigilaron durante el vuelo de 27 horas. Había una escala prevista. También un destino: Guantánamo.

Ayer se cumplieron siete años de la llegada a la base estadounidense en el sureste de Cuba de la primera remesa de hombres acusados de vínculos con Al Qaeda y los talibanes: 2.558 días en que, en nombre de la "guerra contra el terror", se ha retado a la legislación internacional, se han violado derechos humanos, se han hecho inútiles los eufemismos y se ha debilitado la justicia.

La presión hace mella

La presión de los tribunales y de la comunidad internacional acabaron con años sin abogados, sin derechos, sin escrutinio público. Pero la llaga en la reputación de EEUU por esa prisión por la que han pasado casi 800 personas es tal que nada garantiza que la herida deje de sangrar, ni siquiera la promesa de Barack Obama de cerrarla, un compromiso renovado ayer en la cadena ABC, aunque sin certeza de que sea en los cien primeros días de mandato.

"Ni siquiera sé sus nombres", dijo aquel viernes del 2002 el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sugiriendo que no había nada especial en los reos recién trasladados. Pero los calificó ya de "combatientes ilegales", distinguiéndolos de los prisioneros de guerra. Y habló con palabras que chirriaron tanto como las jaulas alambradas que alojaron a los primeros detenidos: "Planeamos tratarlos de una manera que sea razonablemente consistente con la Convención de Ginebra, siempre que sea apropiado".

Lo que siguió fue una debacle legal y moral que deja un legado muy complicado. Cerrar Guantánamo puede resultar relativamente fácil. Pero más difícil será superar la ley de comisiones militares aprobada por George Bush en el 2006 a la que se ha aferrado la Administración, pese a continuos reveses de otros jueces y hasta del Tribunal Supremo. Y más aún decidir cómo seguir adelante. Y asegurar que los detenidos tengan juicios justos. Y tratar de que quienes sean culpables sean condenados, superando las dificultades de confesiones empañadas por la sombra de la tortura.

Obama consulta a diario con expertos en la Constitución y su aparato de seguridad nacional para, según dijo ayer, "ayudar a diseñar exactamente qué se debe hacer", en parte para "enviar al mundo un mensaje" de que Washington "se toma en serio" sus propios valores.

Más allá de Cuba

Pero su reto va más allá de Cuba: en otra base militar de EEUU hay ahora 670 reos. El Ejército ha empezado a construir allí una cárcel para "combatientes enemigos ilegales". Son sospechosos. No se respeta su derecho al habeas corpus . Están detenidos indefinidamente. Han sido interrogados con "duras técnicas de interrogatorio". Guantánamo otra vez. En Bagram. Afganistán.