La calamitosa guerra de Irak no sólo no frenó la proliferación de armas de destrucción masiva, ya que no las había allí, sino que mermó la capacidad internacional para reprimir el rearme nuclear. Las advertencias al régimen iraní sobre sus planes atómicos carecen de efectividad tras el mal uso de la fuerza contra Irak, y el fracaso de esa aventura bélica, que ha empantanado al gigante militar estadounidense entre el Tigris y el Eufrates. Ahora, ¿con qué autoridad y credibilidad se puede forzar a los ayatolás a renunciar al armamento del que disponen Israel y Pakistán?

*Periodista.