A pesar del prolongado aviso ciudadano, los dirigentes europeos siguen concentrados en el síntoma sin intentar atajar la enfermedad. Jacques Chirac y Gerhard Schröder, necesitados uno del otro por su patente debilidad, optan por el recurso al proceso de ratificación como única fórmula para salir del atolladero. Mal asunto que el eje franco-alemán, el supuesto abanderado de la Europa social, acuda corto de propuestas a la cumbre de Bruselas. Máxime cuando Tony Blair se dispone ya hoy a marcar territorio y lleva días ausente pensando en una solución o en la solución. ¿O es que esperan a Godot?

*Periodista.