Raqqa vive estos días el primer ramadán después del Estado Islámico (EI). Hace poco más de medio año que esta ciudad siria fue liberada, y pese a que aún quedan zonas minadas, ya han empezado a regresar muchas familias que escaparon del terror de los yihadistas. La vida está volviendo a sus calles y el mejor termómetro es el mercado. Al mediodía, las mujeres, totalmente tapadas con velos y acompañadas por sus maridos, escogen los mejores pimientos, las cebollas y la carne de cordero cortada directamente a tiras del animal colgado boca abajo. Lo cocinarán por la tarde, pero no lo catarán hasta que caiga el sol, cuando romperán el ayuno con el Iftar, la comida nocturna propia de esta celebración islámica.

Durante los más de cuatro años en que Raqqa ha sido la capital del califato, la desdibujada versión del islam que se profesaba ha calado hondo en muchos de sus habitantes. Tanto los favorables como los detractores de EI han asumido hábitos radicalmente conservadores. Por ejemplo, es muy difícil ver por la calle a una mujer sin niqab, el velo que cubre cara, cuello y solo deja a la vista los ojos. Además, la presencia de EI desde la clandestinidad es todavía muy activa.

De hecho, aún quedan numerosas células durmientes en la ciudad que perpetran ataques dos o tres veces a la semana. Normalmente abren fuego contra los puestos de control de la policía y el YPG (Unidades de Protección Oficial, brazo armado oficial del Comité Supremo Kurdo del Kurdistán sirio), como sucedió durante la visita de este diario a dicha ciudad, cerca de un parque infantil.

MESTIZAJE / La que fue la joya de la corona del califato está ahora controlada por las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF, por sus siglas en inglés). En concreto, por una mujer de 29 años, Leila Mistefa, que lidera el Consejo de Raqqa, y tiene ahora el difícil reto de reintegrar las tres comunidades: los kurdos, los sirios y los árabes, siendo estos últimos mayoritarios. «Tenemos que devolver la confianza entre etnias, y combatir la ideología de ISIS. Tiene que haber un plan de educación que enseñe a entender y a aceptar al otro», explica Mistefa, empleando en todo momento un tono conciliador.

La alianza del SDF es un gran paraguas que agrupa a kurdos, árabes, asirios, armenios, turcomanos y otros, que desde el 2015 luchan de la mano contra el Estado Islámico. Sin embargo, los kurdos son mayoría, un 60% según el diario The Economist, que describe las SDF como la filial de las YPG kurdas. Si se da como buena esta premisa, la ofensiva contra el Estado Islámico ha proporcionado a los kurdos el control de un territorio dos veces mayor del que tenía en el 2011.

Las SDF defienden una Siria laica, democrática y federal, un dictado que ha convencido a las potencias occidentales para darles apoyo a todos los niveles: Inglaterra, Alemania y Francia, pero sobre todo Estados Unidos, que se ha implicado militarmente y a nivel logístico como ningún otro país.

Sobre el terreno se distinguen perfectamente las bases americanas porque tienen la misma estructura exterior y los sistemas de seguridad que se podían ver en Irak o Afganistán. Algunas de ellas hasta cuentan con pistas de tierra batida para aviones de gran capacidad. Este periódico fue testigo del aterrizaje de una de estas grandes aeronaves en una base cercana a Kobane.

Aunque a ojos de la opinión pública internacional el EI fue erradicado con la batalla de Raqqa, lo cierto es que los combates dentro del país aún continúan sucediéndose. Los principales frentes están situado en la zona oeste de Deir el Zor y en la población fronteriza con Irak del este de Abú Kamal (un enclave dividido entre ISIS y el régimen de Asad). Según el portavoz sobre el terreno del YPG, los yihadistas todavía cuentan con 10.000 efectivos, además de una gran cantidad de armamento ligero de corto y medio alcance.

INCÓGNITAS DEL FUTURO PRÓXIMO / No se atreven a fijar un calendario para esta ofensiva. «Nos queremos tomar nuestro tiempo para asegurarnos de que hemos limpiado totalmente la zona de ISIS, que no quedan células escondidas», añade el alto mando de las YPG. Reconoce que la colaboración con las fuerzas iraquís está siendo muy útil en la frontera, porque están estrechando el cerco de los yihadistas desde ambos países.

En cambio, niega que haya colaboración alguna con el régimen de Bashar al Asad, de quien asegura que después de Estado Islámico tendrá que escoger si prefiere pensar en el interés en la región de los sirios o de Irán.

La gran incógnita en los próximos meses será qué pasará después de la guerra contra EI. Uno de los principales miedos de una parte del sector kurdo -temor que se hizo latente durante la batalla de Raqqa- es la percepción de que posiblemente EEUU abandonará el país una vez que Estado Islámico sea totalmente neutralizado. Si eso sucede, los kurdos temen que el equilibrio de poder con Turquía se desestabilice, y que Ankara tenga objetivos más ambiciosos más allá de la ciudad kurdo-siria de Afrin.

Tienen muy presente el pasado 20 de enero, cuando Erdogan arrebató esta ciudad de mayoría kurda a las YPG, junto a grupos rebeldes, y ni el régimen de Asad ni sus aliados internacionales (Rusia e Irán) movieron un solo dedo. Y por si eso fuera poco, las primeras divisiones internas marcan un futuro incierto que se cierne sobre la misma ciudad de Raqqa con los combates que se han librado estos últimos días entre Liwa Thwar Al Raqqa (un grupo integrado dentro del SDF ) y el YPG.