Apadrinan a bandos opuestos en el campo de minas libanés y hasta hace poco ni siquiera se hablaban, pero este fin de semana, el presidente sirio, Bashar al Assad, y el monarca saudí, Abdalá Abdelaziz, apartaron sus diferencias para defender la estabilidad del Líbano. Ambos dirigentes viajaron juntos a Beirut para disipar la posibilidad de un nuevo estallido de violencia entre facciones sectarias rivales. El gesto no tiene precedentes y afianza un cambio de tendencia en la región. La entente entre ambos ya permitió en noviembre desbloquear un Gobierno de unidad nacional.

El detonante de la reciente crispación está ligado al tribunal especial de la ONU, que juzga el asesinato del exprimer ministro libanés, Rafik Hariri, en el 2005. La semana pasada, el líder de Hizbulá, Hassan Nasrala, anunció que el tribunal va a procesar a militantes de su organización por el crimen, según el jefe del Gobierno e hijo del político asesinado, Saad Hariri. Nasrala dijo que no lo tolerará, y acusó al tribunal internacional de estar al servicio de Israel y EEUU. Pocos en la región subestiman sus palabras. La prueba: la rapidez con que reaccionaron sirios y saudís.

ESCENIFICACION Assad y Abdulá aterrizaron el viernes en Beirut, en el avión real saudí procedente de Damasco. Juntos bajaron las escalerillas para entrevistarse con el presidente, el cristiano Michel Suleiman; el primer ministro suní, Hariri; y el portavoz del Parlamento, el chií Nabih Berri.

Un comunicado de la presidencia dijo que "los líderes han subrayado la importancia de preservar la estabilidad" y "evitar la violencia", colocando los intereses del país por encima de los intereses sectarios. Para Assad, estrecho aliado de Hizbulá, fue su primera visita al país desde que retirara a sus militares del Líbano en el 2005, después de que los libaneses acusaran a su régimen de estar detrás del magnicidio de Hariri.