En prácticamente todos los obituarios de Ted Kennedy se recordaba ayer al veterano senador como "el león liberal", un adjetivo que tienen un sentido diferente en España que en Estados Unidos, donde el liberalismo define a la izquierda en un país dominado por el centro. Y si se parte de una frase pronunciada por el presidente del país, Barack Obama --"el apellido Kennedy es sinónimo del Partido Demócrata"-- la muerte de Teddy deja huérfana, o en búsqueda de un nuevo icono, al ala más progresista de la formación.

Muchos de quienes ayer se dedicaban a intentar identificar a ese heredero pasaban por dificultades. Y es que no hay ningún nombre, ni siquiera Obama, que provoque un respeto automático en el ala izquierda del partido como lo hacía el de Edward Kennedy.

Candidatos al relevo

Algunos mencionan al excandidato presidencial Howard Dean, especialmente por su defensa, en el debate sobre la reforma sanitaria, de que el nuevo sistema incluya un seguro público que compita con los privados, algo en lo que la Administración ha dado pistas de estar dispuesta a ceder para lograr el consenso. Dean, sin embargo, no tiene prácticamente influencia en el partido que presidió.

Se habla también de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, o de Harry Reid, líder de la mayoría en el Senado, ambos constantemente atacados por los conservadores y calificado como de "extrema izquierda", pero frenados en cualquier ascenso a un territorio similar al de Kennedy, pues polarizan en exceso. Y otras voces ponen en la lista a senadores como Patrick Leahy, de Vermont, un desconocido incluso para muchos estadounidenses.

"Nadie puede reemplazar a Ted Kennedy, que tenía el dinero y la historia de su familia y era una celebridad", asegura a este diario Roger Hickey, codirector de la Campaña por el Futuro de América. Hickey, sin embargo, no muestra pesimismo, sino que realiza un análisis que apunta a una nueva realidad en el Partido Demócrata.

"En cierta forma Kennedy no era parte del nuevo movimiento progresista --dice--. El ayudó a señalar el camino, pero no estamos perdidos sin él. El liberalismo ahora se basa en un movimiento político más robusto, no tanto en líderes, y el partido ha aprendido que tiene que hablar con movimientos de base, ciudadanos, que han aprendido a recaudar dinero, una de las claves de su influencia", subraya Hickey.

Pesimismo

Otros son más pesimistas. James Ridgeway, corresponsal en Washington de la revista progresista Mother Jones y autor del blog unsilentgeneration.com, escribió en un post : "Kennedy era mucho más que el último líder liberal en el Congreso. Era todo lo que nos quedaba. Sin él, quedamos a merced de un partido demócrata débil, peleado y sin visión".

Ayer Ridgeway insistía a este diario en la idea, ejemplificándola con el debate sobre la reforma sanitaria. "La sanidad en este país está controlada por farmacéuticas, aseguradoras y lobis de médicos. Los políticos saben que si quieren llegar a un acuerdo, esos tres actores deben jugar un papel. Kennedy lo sabía, pero era diferente de los llamados demócratas liberales en que él tenía visión, tenía objetivos, y eran objetivos a largo plazo, no iban cambiando año a año. Era el único ancla de la izquierda, o de lo más cercano a la izquierda, porque no era izquierda: no la hay en EEUU en el sentido europeo". Ridgeway, es obvio, no le encuentra relevo.