Un nuevo foco potencial de conflicto hizo ayer su aparición en Irak, país que, además, ha experimentado en las últimas semanas un grave deterioro de la seguridad y una reactivación de los atentados. Varios soldados iranís penetraron en territorio iraquí y se hicieron con el control de un pozo de petróleo cercano al límite fronterizo, cuya propiedad se disputan Bagdad y Teherán. El incidente de inmediato se tradujo en nerviosismo en los mercados internacionales de crudo, y el barril de Brent en Londres se encareció 72 centavos, hasta los 74,09 dólares.

Con el paso de las horas, el incidente fue a más, y el lenguaje de las autoridades iraquís se hizo más áspero. "Irak exige la retirada inmediata del pozo de petróleo número 4 y del yacimiento de Fakka, que pertenece a Irak", declaró anoche en tono firme el portavoz del Gobierno iraquí, Alí al Dabbagh.

Horas antes, las autoridades de Bagdad habían revertido un desmentido previo y habían admitido públicamente que la incursión había tenido lugar, después de que se tuviera noticia de ella a través de los medios de comunicación. "A las 15.30 (dos horas menos en España) 11 soldados iranís se infiltraron por la frontera y tomaron el control del pozo de petróleo; izaron la bandera iraní y ahí están hasta este momento", admitió a Reuters el viceministro de Interior, Ahmed Alí al Khafaji. Según este responsable, se trataba solo de una más de las incursiones que habían tenido lugar en los últimos días en el yacimiento de Fakka, situado a 300 metros de la frontera, e intentó con sus palabras restarle importancia.

"POR LA VIA DIPLOMATICA" "Este pozo está situado en territorio iraquí. Su propiedad se la disputan Irán e Irak. Existía un acuerdo entre los ministerios del Petróleo de los dos países de resolver este problema por la vía diplomática", declaró Khafaji. El dirigente puntualizó que Bagdad no había adoptado medidas militares ante la incursión, y que buscaría una respuesta mesurada y diplomática a la situación. "Estamos esperando órdenes de nuestro líder", concluyó Khafaji. Una fuente de las fuerzas de seguridad iraquís en la provincia de Maysan, hablando bajo condición de anonimato, declaró que tropas iranís habían irrumpido en el área del yacimiento de Fakka, pero que se habían marchado horas después.

La reacción iraní a las acusaciones de Bagdad fue circunspecta. La agencia semioficial de noticias Mehr se limitó a reproducir un escueto desmentido de la Compañía Nacional Iraní de Petróleo (NIOC). "La compañía niega que soldados iranís tomaran el control de ningún pozo de petróleo dentro de territorio iraquí", proclamó la NIOC. La embajada iraní en Bagdad negó tener constancia de la incursión. "Si tal cosa hubiera sucedido, nos lo habrían comunicado desde Teherán", aseguró.

RELACIONES DELICADAS La relaciones entre Bagdad y Teherán son extremadamente delicadas, y la presencia de 115.000 soldados estadounidenses pone a prueba dichos vínculos. Los contactos entre ambos países han mejorado desde que un Gobierno de mayoría chií está instalado en Bagdad, aunque el país árabe se encuentra en medio de la disputa por el programa nuclear iraní entre el régimen de Teherán y las autoridades estadounidenses.

El incidente se produce en un momento muy inoportuno, justo cuando el Gobierno iraquí acaba de otorgar contratos a compañías energéticas mundiales líderes para operar en siete yacimientos de petróleo, en la segunda subasta de estas características que tiene lugar desde la guerra del 2003. La producción de petróleo iraquí se ha resentido enormemente debido a las sanciones internacionales y a la violencia insurgente.

Gracias a estos contratos firmados con compañías extranjeras, el Gobierno de Bagdad pretende incrementar su producción de petróleo a 12 millones de barriles al día, casi el mismo nivel que el primer productor de petróleo mundial, Arabia Saudí. Las compañías que operen en los yacimientos de Irak, no obstante, deberán afrontar crecientes niveles de violencia, graves problemas legales y numerosos caciquismos locales.