Bruce E. Ivins, investigador especializado en bioterrorismo que trabajaba para el Pentágono, era el principal sospechoso del caso de las cartas con ántrax enviadas por correo tras los ataques del 11-S y que causaron la muerte a cinco personas. Acorralado por el FBI, Ivins se suicidó esta semana, después de ser informado de que había pruebas para inculparle de asesinato. Su desaparición deja muchos interrogantes abiertos en un caso que mantuvo en vilo al país.

"Creo que el FBI nos debe una explicación porque han pasado ya siete años, hay muchas preguntas sin responder y los ciudadanos merecen saber más", afirmó el exlíder demócrata en el Senado Tom Daschle, de Dakota del Sur, cuya oficina recibió una carta que contenía el letal polvo blanco en el 2001.

A LA BUSQUEDA DE UNA VACUNA Entre esas preguntas sin responder está el motivo del científico para enviar esas cartas, si es que lo hizo él. La teoría del FBI es que liberó el ántrax para llamar la atención sobre esta amenaza, y así atraer dinero y prestigio a un oscuro campo para, finalmente, investigar una vacuna.

La aparición de Ivins como el único sospechoso se produjo después de que otro científico del Ejército involucrado en el caso, Steven Hatfill, fuera exonerado de responsabilidad. El mes pasado, el Departamento de Justicia libró de culpa a este colega de Ivins y le pagó una indemnización de 3,7 millones de euros. Tras el suicidio del principal sospechoso, Justicia se ha limitado a decir que "se han hecho progresos sustanciales en la investigación" y prometió divulgarlos pronto. El departamento deberá decidir si cierra el caso ahora que Ivins ha muerto.

Hasta el 2001, Ivins era uno de los pocos científicos especializados en armas bioquímicas que trabajaba con sustancias letales en laboratorios militares de alta seguridad. Hoy estos investigadores ya no son unos pocos, sino cientos. La pregunta es ahora si este auge en la investigación de la biodefensa no habrá hecho el país más inseguro, al multiplicar los puntos con acceso a estas peligrosas armas.

El supuesto motivo de Ivins para tratar de atraer la atención sobre estas armas era que si tenía éxito podría desarrollar una vacuna experimental en la que llevaba años trabajando, sacándola del laboratorio y poniéndola bajo un multimillonario contrato federal. El Gobierno ha invertido 32.000 millones de euros en nuevos laboratorios, vacunas y medicamentos.

CINCO MUERTOS Y 22 ENFERMOS En septiembre y octubre del 2001, al menos siete cartas con ántrax, enviadas desde Nueva Jersey, llegaron a medios de comunicación de Florida y Nueva York y a dos senadores en Washington. Murieron cinco personas y 22 enfermaron gravemente. En cuatro de las cartas se leía: "Muerte a América. Muerte a Israel. Alá es grande", lo que dirigía las primeras sospechas hacia Al Qaeda. La desinfección de los edificios contaminados no terminó hasta marzo del 2005, y costó 700 millones de euros.

En agosto del 2002, Steven Hatfill, un virólogo que trabajó para el Ejército, fue considerado el principal sospechoso. El se declaró inocente, y el pasado marzo el FBI le acabó exculpando. La semana pasada, el FBI informó a Ivins de que era el principal sospechoso y de que el fiscal pediría la pena de muerte.